¿Todavía es demasiado tarde?

Sobre el libro El che amor/Traslados, de Alberto Szpunberg.

“Vuelven, se van pero vuelven, caen al mar pero se elevan por los cielos, son nuestra sombra, y se expanden de noche pero, al mediodía, se agazapan bajo nuestros pies, y cuanto más los pisoteamos, más se aferran a nuestro desprecio y por la noche vuelven”…

Así comienza Notas al pie de nada ni de nadie, un largo, tenso, conmovedor poema, que reedita Alberto Szpunberg en su libro: El che amor/Traslados. Notas al pie de nada ni de nadie. Poética de la intemperie (Ejercitar la memoria Editores, Colección Encrucijada, Buenos Aires, 2012).

Los colores de la cubierta del libro son un anuncio: rojo y negro. La sangre, la vida, el dolor, la oscuridad, la muerte. Y de nuevo la vida, el amor. Y, sobre el negro, unas líneas que parecen vasos de sangre, ríos vistos desde el cielo, rayos que iluminan otro cielo, nocturno. En este libro no habla solamente Szpunberg: se escuchan muchas otras voces. Hay mucha gente, vidas, en estos versos que operan como oleadas, trayendo a la costa-borde de la página elementos, marcas, imágenes, que se acercan y se alejan, y vuelven otra vez y nos inquietan.

“La crítica de la poesía es un absurdo”, le gustaba repetir a Roberto Juarroz parafraseando a Novalis. Cómo decir algo de este libro sin traicionar su poesía. El tono de Traslados (que es una y varias obras a la vez) tiene como centro una interrogación trascendente sobre la vida y las vidas de un tiempo doloroso y potente de la Argentina y de Latinoamérica. Cuando gentes soñaron y pusieron el cuerpo a esos sueños. Se la jugaron, como se dice comúnmente, y que esas historias hayan salido mal da cauce, intuyo, a esta poesía que, a la vez que pregunta sobre el ayer y el hoy, rinde homenaje a la memoria de los que no están, pero que vuelven, como en ese texto inicial del libro.

Szpunberg logra, aunque no sé cómo lo logra, meternos en un mundo de palabras que se salen de sí mismas para abrirnos la puerta de una historia contada por muchas voces. Los amigos, Marquitos (texto que se clava en la tradición poética en español y ya es imposible olvidar o esquivar), la mujer, que son todas las compañeras de la vida, de los hallazgos y las luchas que nunca terminan.

Tal vez aquí exista una clave, a la que el autor alude en el prólogo: la palabra de Szpunberg en este libro parece decirnos que nada se termina del todo, que cada uno toma la posta, como puede, pero también que se debe continuar. No como un lamento o un duelo, sino como el inexorable camino que debemos recorrer los que seguimos acá, a la intemperie pero atentos:

A la intemperie de sí misma la poesía siempre:
la palabra desgarrada hasta sílabas tan íntimas,
que la madrugada se anubla entre las piedras
y la desmesura mata de muerte arrodillada,
agujero de una boca desdentada, abierta,
como un techo desfondado en el incendio,
el estrepito de las tejas, el desconcierto del retrato
volado desde los estantes al vacío, vidrios rotos,
la pesadez del humo entre las vigas calcinadas.


Siempre hay cosas y casas en la poesía de Szpunberg. Y la intemperie es la idea recurrente que fulmina esa necesidad de protección que todos tenemos. Somos animales que regresan de noche a su cueva, y si se pierden pues solamente les queda la intemperie, el viento que arrastra nuestras almas y el tiempo que corrompe nuestros cuerpos.

Para entrar a este libro hay que tomar aliento. No es fácil ni difícil leerlo, simplemente nos exponemos a encontrar palabras que nos empujan hacia nosotros mismos. Como si el poeta no pudiera evitar hablar, y entonces tira sobre la mesa su carga de dolor e incertidumbre y lanza sus nuevas preguntas. La poesía se vuelve aquí exposición de una historia y al mismo tiempo intento de comprensión, aunque a fin de cuentas sepamos que la intemperie es la parada obligada, para descansar la cabeza y el corazón, y tomar aire otra vez para enfrentar el mundo. Un mundo que ha cambiado, porque los tiempos y los espacios son otros, pero que a la vez sigue llevando adentro lo que fue.

Dice el autor en el prólogo, acerca de su libro:

“Es un río difícil de vadear o navegar: hay rompientes, pozos, hondonadas, remolinos que te chupan, como si quisiesen devolvernos a la prehistoria de una noche terrible: también, por qué no, a la infancia. Sus aguas ocultan corrientes opuestas en estado de asamblea permanente y albergan criaturas bellísimas, cristalinas, transparentes, pero también otras maléficas: videlas, masseras, Martínez de hoces y hasta burócratas que, aun en la derrota, son eternos triunfalistas”.

Traslados, palabra llena de significados dolorosos de la historia reciente del continente, alude también al viaje que todos comenzamos cuando nacemos. Vamos llevando a cada lugar nuestros objetos, nuestros afectos. Los trasladamos, los corremos de un lado al otro, porque no estamos ni solos ni desnudos, parece querer decir Szpunberg o intento comprender yo desde mi afuera.

No hay nada más fácil y previsible que la poesía que se regodea en el silencio y la soledad. Todo lo contrario parece plantear Traslados: muchas personas pasan por aquí, con sus vidas, sus errores, sus luces y sombras. Muy difícil hacer poesía desde uno pero hacia todos, desde adentro del relato y de un camino colectivo. Insisto, este libro está lleno de gente, de historias truncas y completas y de sus búsquedas y encuentros y caídas. Un coro que canta a la intemperie. Y el poeta nos hace ver una vez más que si no perdemos la palabra, no estamos perdidos.

Juan López,
octubre de 2012-noviembre de 2020.

FICHA

Alberto Szpunberg nació en Buenos Aires en 1940 y falleció en Barcelona en 2020. Fue cofundador de la Brigada Masetti, continuadora del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP). Se exilió en Barcelona en 1977. Es autor de Poemas de la calle mayor, El che amor (Mención Casa de las Américas, Cuba, 1965); Su fuego en la tibieza (Premio Alcalá de Henares de poesía, España, 1981); Apuntes (1987); La encendida calma (2002); Notas al pie de nada ni de nadie (2007); Luces que a lo lejos (2008); Neruda, el rojo canto austral (2008); El libro de Judith (2008); La academia de Piatock (2009); Como sólo la muerte es pasajera. Poesìa Reunida (2013); La habitante del cometa 67/P Churyúmov-Guerasimenko (2016); ¿Por qué no hay más bien brócoli?, con diseño e ilustraciones de Sergio Kern.

En 1983 trabajó como corresponsal de la Agencia Nueva Nicaragua en París. Ha publicado Poesía y prosa místicas en la literatura española (Editorial Rueda, Madrid, 1997), una selección de textos místicos cristianos, árabes y judíos. Fue profesor de Literatura Argentina y dictó seminarios de poesía en la Universidad Popular de las Madres de Plaza de Mayo.

En 1993, ganó en Francia el Premio Internacional de Poesía Antonio Machado 1993/94 por Luces que a lo lejos.

En 1998, el Fondo Nacional de las Artes de la Argentina publicó una antología poética de su obra. Hizo lo mismo Edición Delta (Alemania, 2008), bajo el título Der Wind ist manchmal wie ale (El viento es a veces como todos).

Algunos de sus poemas fueron convertidos en tangos y valsecitos por el bandoneonista César Strocio (Faubourg sauvage, Francia, 1983). Junto con Luis Lucchi y música de Jorge Sarraulte: A medio hacer todavía (LP, Barcelona, 1980), y Todos se dan vuelta y miran (CD, Barcelona 1999).