Notas sobre la escritura de Jorge Consiglio

A raíz de la nueva novela del autor, Sodio (Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2021).


La prosa de Jorge Consiglio (Buenos Aires, 1962) es poética –es decir, no narración pura o clásica– porque deriva hacia la reflexión, hacia un cierto filosofar y contemplar y al no tiempo, y volver a filosofar o detenerse en «lo que está pasando», es decir, la narración, que es más que nada tiempo.

En el caso de la reciente novela Sodio, el protagonista intenta resumir en la natación y el fumar los dos pilares o coordenadas de su vida o al menos de un intento de explicación de su vida, ficcional, claro, pero vida. Un poco absurdo, si se lo piensa un poco. No tan absurdo si vemos al protagonista contar en primera persona poniéndose en el centro de la incógnita: cuál es nuestro destino, cómo se configura, ¿es posible comprenderlo de algún modo, superar o conciliar la contradicción entre nadar (respirar, flotar) y fumar (asfixiarse, morir)?

Lo poético opera como síntesis en esta historia que se detiene o cristaliza en detalles pero que a la vez avanza trepidante, en un tembladeral de conflictos pequeños, medianos y grandes. Esta suerte de ir y venir, de dudar y preguntarse, de avanzar y retroceder son propios de un tono de incertidumbre. Y eso también es poesía. La prosa supone explicación, desarrollo, la poesía busca síntesis y es atajo a la vez, destello, satoris iluminadores pero también traicioneros que el narrador va reconociendo y plantando como guías para no perderse del todo en el relato.

Consiglio domina el capítulo breve. Nos entrega núcleos de acción y de sentido que podemos disfrutar y que además nos conmueven e interrogan y nos dejan colgados pero bien, nos engancha en un ritmo que por momentos se vuelve frenético. Escenas de sexo riesgosas, sutiles y no. Primeros planos de detalles nimios que no son tan nimios. Conflictos extraños: un perro que se parece al demonio, unos monos vándalos. Diálogos en los que quien narra califica de estúpida la postura del otro y la propia también. Unos personajes cuasi delirantes pero no inverosímiles que buscan y se equivocan una y otra vez, pero siguen intentando. Todo expuesto con una antisolemnidad sólida, heredada quizá del mejor Cortázar.

Para que se entienda mejor lo que estoy exponiendo, citaré algunos pasajes donde se producen las condensaciones, que llamo poéticas, no solamente porque no son estrictamente narrativas sino porque además apelan a la atención, nos punzan, nos mueven de nuestro lugar. Suelen estar al principio o final de capítulo. Algunas de ellas, al azar:

«La audacia es un valor. Un valor indispensable», p. 37.

«El mundo es irremediablemente caótico, tiende a la divergencia», p. 40.

«El tiempo, tal como se me estaba planteando, era lineal, mezquino, pura simplificación, ni más ni menos que eso: pura simplificación», p. 70.

«Estoy hecho para la soledad, no para el cambio», p. 99.

«El pasado nunca prescribe, pensé, se proyecta», p. 100.

«Pensé que el deseo, aunque fuera una herramienta vieja y envenenada, seguía siendo la única fuerza que movía el mundo», p. 106.

«Mientras bebía, la miré y pensé dos cosas. Una: las emociones alteran las facciones. Dos: la belleza es siempre engañosa», p. 111.

«Se ofrecía como un regalo. Y los regalos, siempre lo pensé, esconden segundas intenciones», p113.

«Como a todos los enfermos, no le interesaba otra cosa que su propio ombligo», p 118.

«Hay cosas que no se mueven, pero eso, es sabido, no se llama estabilidad sino inacción», p. 120.

«Era el mejor de los farsantes porque contaba con la firmeza de los justos», p. 131.

«Por lo general, asocio frustración con culpa», p. 136.

La de Consiglio es una narrativa ágil pero no liviana, seria pero no grave, luminosa pero no pretenciosa, como predomina en cierta novelística que se toma la literatura demasiado en serio y no puede dejar de desembocar en cierta univocidad. Por esto la escritura de Consiglio, pienso, y siento cuando lo leo, es más arte que moral –prisma, más que lupa– y, por eso, más poesía que otra cosa.

Noviembre de 2021