Notas de prensa y otros textos

Paracaidismo

«Se les puede matar y corromper como conejitos de laboratorio»

«¡Vete, viejo vanidoso, pavo de Manhattan!»

«Bardicias» y «Club de velocidades», dos nuevos poemarios de Simón Esain.

«Artefacto de intimidad». El proyecto de una artista plástica que deviene poesía. Sobre el libro Refugios, de Milena Venturini.

«Siempre en fuga, la poesía». Sobre el libro Los colores de la vigilia, de Christian Kupchik.

«El observatorio de Esain». Sobre el libro de poemas jardín de Copérnico.

«Vivir para afuera. Usos y fines de las redes sociales»

«Donde habitan las luciérnagas», de Pilar Piñeyrúa

«Couples», versión de Ben Miele.

«Diálogo, literatura y placer». Puente entre Piglia y Lezama Lima

«El corredor literario Patagonia-Cuyo no descansa»

«El trovador audiovisual». Acerca de los contenidos de Leandro Igounet

«¡Salud!» Acerca del vino y sus hacedores.

«Donde se agradece». Acerca de dos libros notables, de Christian Kupchik y de João Gilberto Noll.

«Autoritarismo y mayúsculas»

«El genial aviso clasificado buscando trabajo en un diario mendocino»

«Va con onda. Sobre el sentido de autoproclamarse poeta»

«Vida y milagros de Simón Esain». El escritor lleva su poesía a la Feria del Libro de Buenos Aires.

«La paz de los misiles. Acerca del libro Sálvese quien pueda, de Luis Scafati.

«Galasso sobre Cortázar vía Jauretche»

«Perdón por ser humana». La palabra de Vilma Vega en la presentación de su nuevo libro, Travesía, antología poética

«De la ignorancia y de las falsas polémicas». A raíz de declaraciones del gobernador de la provincia de Mendoza, Rodolfo Suárez, sobre los mapuche y los delitos. Y del periodismo militante de derecha.

«Visita al cementerio» 

«Estudiantes de profesorado escriben y publican Poemas clasificados»

«Notas sobre la escritura de Jorge Consiglio». A raíz de su nueva novela, Sodio.

«Escribir es lo más fácil del mundo. Un recuerdo de César Aira».

«Sobre la escritura en los cuadernos de Mario Ortiz». 

«Tésters de violencia o el sermón de la Hilux». A raíz de una escena cotidiana.

«Nota sobre la poesía de Lola Mascarell». A raíz de la antología Un abismo de luz paralizada. Elandamio ediciones, San Juan, Argentina, 2021.

«Periodismo». Contra algunos periodistas, en defensa de la vocación docente y desilusión.

Arte y gastronomía. Acerca de la polémica sobre instalar cafés y restoranes en museos de Mendoza. Texto: Juan López. Dibujos: Lorena Rosas. 

Revistas de Cali y de Caracas publican nota de Luis Benítez sobre el libro Carcome

La nota sobre Carcome en el blog Ala de Cuervo-Vocablos

Noticias sobre el «Tratado de iconogénesis», de Mario Ortiz

Encuentro con el poeta Julio González

La poesía pura de Juan López. Por Andrés Cáceres.

Automóviles, en la vida y en la literatura. Por Néstor Tkaczek

Juan López: los nuevos pasos del «sparring» de Dorrego. Por Gabriel Jimenez

¿Todavía es demasiado tarde? Sobre el libro Traslados, de Alberto Szpunberg.

Roberto Juarroz, poeta de la intensidad

Hermann Hesse: «Poesías del pintor»

El tiempo en un poema de Antonio Machado. Breve análisis de Orillas del Duero

Cuestiones de tamaño en la literatura

Carcome, nuevo libro de Juan López

Rolando López y una notable crónica biográfica

El diario mdz, los errores y la viga en el ojo de la cerradura

Una violación en manada en un romance de ciego.

Neruda y Perlongher.
Relaciones entre dos poemas de Residencia en la tierra y «Cadáveres».

Diferencias entre periodismo y redacción

Derecho a la cultura. Elitistas vs. piratas. Compartir literatura por internet sin pagar derechos de autor: la Biblioteca Virtual

Un virus turista y asesino
Sobre el origen, la propagación y el control del coronavirus


«La juventud es una embriaguez sin vino»
a Néstor Tkaczek
Una librería que cierra, Álvaro Yunque, Rodolfo Walsh y Goethe.

Juan Montaño y Mario Ortiz en Mendoza. En el Día del Escritor, un montañés y un bahiense nos saludan

Escribir como una chica. Sobre la antología Write Like a Girl!, con textos de Victoria Urquiza, Sofía Criach, Noelia Agüero, Marinés Scelta, Constanza Correa Lust y Malena Orozco.

 

 

«Los que tienen el cielo dentro suyo»

 

Marcelo Sampieri, mi padre y un «delivery de cariño»

A Graciela y Guillermo D’Angelo, a Vito y Luca Sampieri

El jueves pasado, 12 de marzo, se cumplieron 31 años de la muerte de mi padre. Ese mismo día, en la mañana, mi compañera, Cecilia, me envía un mensaje con un poema de Marcelo Sampieri. Marcelo falleció en 2014. Ordenando sus papeles, su cuñado, Guillermo D’Angelo, hermano de la esposa de Marcelo, Graciela, y amigo de Cecilia, encontró ese poema entre muchos otros, y entonces, ya se verá por qué, me lo hizo llegar. Es el siguiente:

TODO EMPEZÓ CUANDO ENCONTRÉ UNA ESTRELLA EN EL ZAPATO

a Juan López

Desde que me di cuenta que el cielo está dentro mío
camino más despacio no vaya a ser cosa
que se me caigan las estrellas en los zapatos
y vuelta a zurcirlas arriba y alrededor del cuello,
y no olvidar las que me cuentan cosas
al pasar su órbita por mis orejas.
Las nubes traen sus problemas,
cuando me llenan de sombras los pensamientos
y me llueven las ideas en la espalda
y resbalan hacia abajo, discutiendo
quién de ellas llega primera al sentimiento.
Desde que tengo el cielo dentro mío
el aire me circula más ventoso
mis amigos me miran como raro
me preguntan qué me brilla en los zapatos,
yo me hago el distraído y no puedo evitar
que se ponga celeste la cara tirando a rojizos en el horizonte de la nuca
y entonces los despisto y les cuento las historias que mis estrellas
me regalan en la oreja cada vez que las pongo en órbita.
Hasta que cae la noche sobre mis ojos
y brillante me acuesto en incierta nebulosa
para dormir a pata ancha como sólo pueden
los que tienen el cielo dentro suyo.

Marcelo Sampieri

Me conmovió mucho el poema, su hallazgo, que me llegara justo ese día, la dedicatoria… y me comuniqué con Guillermo para agradecerle y de paso contarle que, un tiempo después de la muerte de Marcelo, escribí un poema que le dediqué, porque él, Marcelo, lo hizo posible, lo inspiró, como suele decirse. En ese poema, que habla de una sesión de reiki, comparo a Marcelo con un padre, en realidad mi padre, que se acerca a su hijo para protegerlo. Imagino que mi padre, fallecido hacía años, lo envía a Marcelo, a protegerme a mí y a mi hijo menor. Marcelo solía pasar a la tardecita por nuestra casa de Dorrego, camino a la suya, cuando volvía de trabajar o del centro de la ciudad. Se quedaba un rato y cada tanto nos hacía reiki, primero, a nuestro muy pequeño hijo Felipe, que había nacido con una cardiopatía de la que luego fue operado y salió muy bien. Después, a mí, antes y después que me operaran, en 2012. Se hizo costumbre entonces que Marcelo llegara en su Vespa y compartiéramos charla, reiki y más de una vez unos mates o un vino. Algunas veces nos visitó con los pequeños Vito y Luca, los dos hijos que tuvieron con su compañera. Marcelo tenía una risa muy luminosa, espontánea, fresca, hablaba con una suavidad notable y solía mencionar a su amor, Graciela, con una gran dulzura. Estaba muy enamorado de ella y de sus hijos. También tenía sus momentos irónicos, cada tanto se contaba un chiste, casi siempre negro, y por supuesto también hablábamos de literatura. Nos reímos, siempre, mucho y, por supuesto, también cada tanto nos poníamos serios. Compartíamos gustos literarios, sobre todo de poesía. Él era un gran admirador de Los Sorias, la monumental novela de Alberto Laiseca.  Le regalé mis libros y me regaló el libro Balcón del escriba, antología de poesía, cuentos y ensayos, de Ramón Plaza, que publicó en 2011 el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. Hace poco volví a leer ese libro. Tiene una dedicatoria de Marcelo, que se ve en la foto y que transcribo: «Juan: Yo conocí a este hombre, y su vida de letra fue una larga alegría. Y vos sos parecido, una alegría tu letra, mi corazón. Sam». Y así transcurrió esta amistad más que humana, casi sobrenatural, que es lo que intento reflejar en el poema que le dediqué y que evoca también a mi padre en otro aniversario de su partida. Ahí va:

ENFERMERO DE OTRA DIMENSIÓN (sesión de reiki)

a Marcelo Sampieri

mi padre ha venido a curarme
o al menos a acompañarme
no tenemos consuelo pero igual lo esperamos
él acerca las manos a mi cabeza
mis rodillas
mi pecho
y murmura unas palabras extrañas
que no entiendo pero sé que necesito
lentamente me abro
me dejo llevar por el calor
de un fantasma bueno
sobre mi corazón


El delivery de cariño

Ese poema que le dediqué no le hace justicia ni remotamente a Marcelo. Es que no solamente nos visitaba a nosotros y nos traía su humanidad y su alegría, sino a muchas otras personas. Guillermo D’Angelo me cuenta que luego de que falleció su hermano Alejandro, en 2012, Marcelo iba a visitar a Marta Gelman, la mamá de Guillermo y Alejandro. Estacionaba la Vespa en la vereda y tocaba el timbre. Una vez, cuando Marta preguntó «quién es», Marcelo respondió, relata Guillermo, «con su picardía habitual»: «El delivery de cariño».


Mendoza, martes 17 de marzo de 2020.


El pan no se tira

Sobre rugby y violencia

Jugué al rugby de los 12 a los 14 años. No importa en qué club ni importan los nombres. Es verdad que hay un culto de la fuerza, de la velocidad, de la potencia, que sería una combinación de velocidad y fuerza. Más atrás, pero no menos importante, está la inteligencia en el juego. Pero toda inteligencia en el rugby queda supeditada a la fuerza y a la velocidad. Digamos que la inteligencia, aunque aparece en tercer lugar, es imprescindible para ganar en este deporte. Es decir, con la fuerza bruta no se consigue nada. Entonces, en síntesis, para jugar al rugby, primero tenés que ser fuerte, luego, veloz, y en tercer lugar, inteligente. Y sin uno de estos tres componentes, no hay buen rugby. Es decir, si sos débil, lento o distraído, no te va a ir bien en este deporte.

Es verdad que en el ambiente del rugby predomina la clase media-alta, y si no tenés dinero, aspirás a tenerlo. Si jugás al rugby, difícilmente puedas ser indiferente a esta valoración de tener o pretender un buen nivel económico para pertenecer. Entre los mayores, no abundan los profesionales como abogados, médicos, arquitectos, aunque algunos hay. La mayoría son comerciantes, personas de negocios en general, bienes raíces, bancos, exportación e importación. Puedo equivocarme en esto último, porque estoy generalizando, digo lo que digo sobre la evidencia de lo que viví cuando jugué al rugby hace 45 años.

No fui bueno para el rugby, al punto que nunca marqué un try. Fui apenas un aceptable tackleador. Sí recuerdo que, en un entrenamiento, le hice comer un amague a un amigo jugador que se creía el mejor, y me miró como diciendo «¿cómo vos, que sos un desastre, me hiciste comer ese amague?». Que un inepto como yo le hiciera eso le resultó ofensivo.

Tuve que dejar de jugar al rugby por una arritmia cerebral que me impidió continuar realizando ejercicios aeróbicos exigentes.

Me gusta mucho ver rugby, pero por televisión. Entiendo el juego, con mis limitaciones, obviamente. Tengo buenos recuerdos, hice algunos amigos, que no conservo. También viví de cerca el elitismo y la superficialidad que predominan en el ambiente. Chicos y chicas bellas (algunas, jugadoras de hockey sobre césped) que se aparean (forman pares) para sostener, queriendo o no, el estatus. Tipos grandes que se nota que viven para tirar facha y que odian envejecer.

Pienso que el rugby no promueve necesariamente la violencia. En un partido de rugby oficial, la violencia suele ser castigada. Sí valen, como ya se explicó, la fuerza y la velocidad. La violencia se aprende en la familia, en la calle… Hay violencia en todos los deportes. Todos basan el éxito en algún tipo de penetración: la guinda cruza la línea contraria o atraviesa los palos de las haches; la pelota de básquet penetra el aro; la de fútbol, handball, etc., el arco; la de golf, el hoyo; los corredores atraviesan la línea de meta, y así. Ninguna de estas penetraciones es consentida: el arco, el aro, el hoyo, la línea de meta no gozan cuando son atravesados.

Deseo con todo mi corazón que los culpables del crimen de Fernando Báez y todos los que abusan, golpean y asesinan, sean rugbiers o no, reciban la condena que se merecen.

En un viaje de mi equipo para jugar contra un club de la Ciudad de Buenos Aires, en un almuerzo, de pronto, comenzaron a volar los bollos de pan. Ligué un panazo en la sien que me dejó mareado, y no recuerdo si alcancé a sumarme a la guerra. No es raro, en cualquier comida de jóvenes, que vuelen migas de pan para molestarse de manera liviana. No fue el caso. Los panes proyectiles quedaron tirados en el piso. Nadie los recogió, salvo seguramente los encargados de la limpieza. Yo era un pibe inocente en aquellos tiempos. Me contaron en ese momento que tirarse panes enteros en una comida del club era prácticamente un ritual. Me viene inmediatamente a la cabeza esa frase recurrente de la infancia, que escuché en mi casa muchas veces: «El pan no se tira».

Enero de 2020.

 

Notas sobre la película Marriage Story (si no la vio, no lea esta nota)

Cuando escuchás hablar muy pero muy bien de algo o alguien que no conocés, es inevitable que, cuando lo conocés, te desilusionés. Esto me pasó con la película titulada en castellano Historia de un matrimonio. Algunas notas sobre eso:

-Crisis de pareja heterosexual primeriza de clase media culta de grandes ciudades de EEUU (Nueva York, Los Ángeles) que se venía sosteniendo por el renunciamiento o despersonalización de uno de sus miembros, la mujer (Scarlett Johansson). La narración comienza con la crisis: hace un año que no tienen sexo y, como sostiene una tesis efectista que aparece más adelante en un diálogo, no tener sexo equivale a no tener conversaciones profundas. Es decir, hace un año que ni se hablan realmente. Además, hace poco que él se acostó con una integrante del grupo de teatro que dirige. La esposa, repetimos, despersonalizada por seguir a su marido y renunciar a lo que verdaderamente quiere, ha sido la actriz fetiche de él en sus obras teatrales desde que se conocieron y se enamoraron. Los dos ganaron fama juntos y ahora se separan: mal negocio. Ella recibe un ofrecimiento para rodar en Los Ángeles una serie televisiva y viaja a esa ciudad, con su pequeño hijo.

-Protagonistas un tanto impasibles, pecho frío podría decirse. Cuando lloran lo hacen de modo contenido o reprimido o a escondidas: llorar está mal, y eso que se desenvuelven en el mundo del teatro, el cine, la tele. Cualquiera que conoce a la comunidad actoral sabe que son llorones y lo defienden como una marca de identidad. Estos no: permanecen cuasi ajenos o resignados u ocupados de lo inmediato, pendientes más que nada de su profesión.

-La familia como carga. Carga principal y piedra de toque de todo el conflicto: el hijo, que tuvieron porque ella “quedó embarazada”. Y se pasan al pequeño de padre a madre y viceversa, cargado, dormido, agotado de ir de aquí para allá: tópico remanido.

-Resulta curioso que personas-personajes con talento literario y teatral y que hacen “arte de vanguardia” se comporten de modo tan convencional: respetan a rajatabla Halloween, por ejemplo. Bueno, sería lo más “natural” para alguien típicamente estadounidense. Para justificar la inclusión de ese asunto, se puede decir: son transgresores con su arte pero convencionales como cualquier persona, y además, lo hacen por el niño que, como todo niño de esa cultura, hace y quiere lo que todos los niños de su clase social hacen y quieren. Y esta contradicción la expone con maestría el director.

-Escenas con diálogos contenidos, salvo un par de exabruptos. Se cuidan mucho de herirse, dada su “hipercivilización” y, cuando lo hacen, se “perdonan” casi de inmediato: más que respeto, desapasionamiento. Se quieren tan poco (a ellos mismos) y a la vez son tan ambiciosos (¿piensan que es posible divorciarse sin perder nada?), que no pueden evitar “caer” en abogados para divorciarse. Parecen haberse olvidado, en un año, del amor. Otro tópico muy usado: pareja primeriza que fracasa más o menos pronto, con hijo de regalo. Son exitosos como profesionales y un desastre como pareja: otro lugar común.

-El breve y obvio monólogo de la abogada es destacado como una gran pieza por alguna crítica. No le llega a los talones a cualquier diálogo de, por ejemplo, Kramer vs. Kramer, y eso que ha pasado el tiempo. Igual, es tan puritana, cultural o inconscientemente, la sociedad estadounidense, que divorciarse se cobra muy caro.

-A Adam Driver, que interpreta al marido, parece que no le avisaron que no está en Paterson, la película en la que hace de chofer-poeta cuasi catatónico. Similitudes entre aquella y esta inexpresividad posmo hecha pasar por sensibilidad contenida o un supuestamente exquisito lirismo. Cuando le cuenta a su esposa que ganó un premio importantísimo para su prestigio y su bolsillo (650 mil dólares), lo celebran como si hubieran obtenido la carpeta de un autoahorro. Otra vez la tibieza, la contención. Y claro, una buena noticia en medio de la crisis no se puede festejar como corresponde. Pobres, todo el tiempo sufriendo. La plata no es importante, se mienten. Acá, en estas culturas latinas, esa noticia daba de sobra para una reconciliación en la cama o cualquier superficie y para tirar la casa por la ventana. Pero claro, ahí se terminaba la peli.

-La escena donde ella le ata los cordones de un zapato a él puede leerse como un gesto de delicadeza o también de inercia o resignación. De cualquier modo, en ese momento, a los dos la moral los encuentra en el piso.

-Si lo que el director quiso decir es que ese sector social-cultural de esa sociedad vive escindido, lo logró con creces.

-En síntesis: filme para espíritus tristes y posmos, sin problemas económicos ni políticos que amenacen la supervivencia. Definitivamente, no se trata de una película italiana. Título alternativo: “El amor en tiempos de bajas calorías”.

Dic. 2019.

 

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Una notita sobre el Cuarteto de nos

Tanto escuchar a la banda uruguaya Cuarteto de nos, quiero decir que sus letras, sus poemas, están entre lo más lúcido, intenso y crítico de lo que, al menos yo, escucho y me pega de los contemporáneos. En el disco «Jueves», que apareció hace poco, hay una payada a dúo (contrapunto) entre un ser humano y una computadora que es una genialidad simple y contundente. El tema se llama «Contrapunto para humano y computadora». Y otro tema, «Que empiece el juego», parece inspirado en Elisa Carrió o personaje similar. Van cuatro versos nomás:

Su discurso es dramático.
Su despecho es cínico.
Su violencia es volcánica.
Su legado es fatídico.

Hay muchos pero muchos temas-poemas recomendables de esta banda en todos sus discos: «21 de setiembre» –sobre una persona que pierde progresivamente la memoria por una enfermedad senil (Alzheimer, entre otras)– es de una tristeza y belleza incomparables. Y me pega más porque mi viejo murió joven o no muy viejo de algo así. Este tema está en el disco «Habla tu espejo» (2014).

Hasta luego. Sigo con «Jueves». Todavía no lo escucho completo pero con aquellos dos temas tengo energía para un buen rato.

29 de octubre de 2019.

Ahí viene el futuro

Ahí viene el futuro. Se lo ve acercarse imperceptible y discreto a veces, torpe y violento, atropellado muchas otras. Rara vez piadoso, casi nunca elegante. Por momentos histórico. Y ahora adquiere un matiz sorpresivo y para algunos desconcertante.

Cuando sueño lo imagino hermoso, lleno de promesas y aventuras. Más de una vez, amenazante o temerario. En una diezmilésima de segundo se transforma en presente. Y en otra diezmilésima, en pasado. Pobre futuro, a veces pareciera que no existe.

Mis enemigos del barrio me lo enseñaron de chico con la crepitante frase «ya vas a ver». Y era verdad. Se lo veía venir y llegar en forma de empujón o de trompada o de escupida, de insulto o de burla. Es cierto que era menos fugaz que ahora que estoy viejo. Se quedaba entonces haciendo presente unos días hasta que los moretones o la humillación o el miedo se mudaban a otras pieles o se borraban por un tiempo.

Imposible ser indiferente al futuro. Ignorarlo puede ser muy peligroso o simplemente necio. Y mucho más cuando se transforma en un presente devastador y luego en un pasado negro y que, pensándolo bien, podría haberse evitado. Tan delicado es, que no reconocerlo puede desencadenar o incluso justificar nuevas o repetidas injusticias o accidentes o hasta tragedias de las llamadas incluso humanitarias.

Cuando alguien insiste en mirar exclusivamente el futuro y desconocer el pasado, es seguro que tiene intenciones oscuras y que lo hace para negar o distraernos de un presente insoportable.

No hay que creer las promesas de un futuro mejor. Son casi siempre engañosas y suelen desembocar en la desilusión o en cosas peores. La mentira tiene patas cortas. Y la esperanza es lo último que se pierde. Pero se pierde.

Por estos días he puesto entre paréntesis experimentalmente esta negra visión del futuro que aprendí a esculpir sobre la base de lo que he vivido y visto en un poco más de 50 años. Casi 60 en realidad.

Algo me lo dice. Un rumor en las calles, una brisa helada en la mañana que se hace tibia en la tarde, unas personas caminando de manera distinta, con cierta decisión que se había casi apagado. Seres que han recuperado el brillo en los ojos y parecen haberse reencontrado con su voz y que han vuelto a reír o al menos a sonreír.

Algo me dice que por un tiempo el futuro dejará de hacer trampa o de ser tan exacto y caprichoso, tan siniestro. Algo me dice que en no mucho será un presente luminoso y contenedor, distinto, renovado y creíble. Y seguramente nos recordará ese tiempo que muchos tenemos clavado en la memoria como uno de los más dignos y humanos que se vieron no hace tanto por estas tierras.

14 de agosto de 2019.

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Antes de brindar

Termino el año con sabor amargo y muy triste y muy enojado. Triste y enojado, porque el gobierno nacional está destruyendo el país, todo el país… no está dejando nada en pie. Y sigue habiendo gente que defiende el saqueo a gran escala que se está perpetrando en favor de los grupos concentrados del poder económico y a costa de quienes menos tienen. Bueno, este Estado es el brazo eficiente y «democrático» de esos poderes. Enojado y triste, porque en uno de mis trabajos desplazaron injusta y prepotentemente a nuestra jefa. Una persona hipercapacitada, reconocida en la provincia, en el país y en el exterior, y que llegó por concurso a dirigir la Editorial de la Universidad Nacional de Cuyo (Ediunc). Han echado a mucha gente excelente y honesta de la UNCuyo y, como se sabe, a miles de trabajadores de empresas, organismos, en todo el país. Y, en nuestra universidad, han tenido que cortarle la gestión a otra tanta muy ineficiente y nefasta. A Pilar Piñeyrúa la sacaron, la corrieron, mostrando una supina ignorancia de la edición universitaria y un desinterés infinito por los libros. Ejemplos simples: la librería universitaria estuvo cerrada dos años, sí, dos años, y la editorial sufrió una asfixia intencionada, desde la Secretaría de Extensión Universitaria, de carácter ominoso. Un mamarracho –si no un delito– de autoridades universitarias irresponsables que siguen impunes a ese desastre institucional y ante esta agresión laboral y humana. Dicen que el año que viene va a ser peor… Voy a brindar –soy afortunado: voy a tener con qué y con quiénes– por mis seres queridos, por los olvidados y marginados, por los despedidos y por las víctimas del «modelo», y por los que no se callan y siguen y seguirán oponiéndose y resistiendo. No es ni está siendo ni será fácil quitarles de las manos el país a quienes lo vienen destruyendo hace tres años. Es este pues el desafío, que en mi caso consistirá en convertir en fuerza la tristeza y el enojo, en síntesis, en transformar en acciones y en palabras el súper embole que tengo. Y cambiar, no, no pienso cambiar. ¡Salud!

Mendoza, 31 de diciembre de 2018.

 

«Somos prostitutas intelectuales»

Notas sobre dos libros acerca del periodismo.

Hay toda una literatura sobre el ejercicio del periodismo, y una específica, que es la que describe a la prensa estadounidense, en la época de los grandes diarios en papel, de principios y mediados del siglo XX. Y la describe críticamente, desde el punto de vista de la llamada «libertad de información» o libertad de prensa. Una de las plumas destacadas de esta crítica es el notable periodista George Seldes (1890-1995), autor, entre otros títulos, de Los amos de la prensa, que en Argentina publicó la Editorial Triángulo en 1959. Tengo al edición de Editorial Luz, que no tiene ni lugar ni fecha de edición, ni datos de traducción, pero hay que suponer que se publicó en Buenos Aires y también por esos años. Cito la dedicatoria: «Al American Newspaper Guild (Sindicato Norteamericano de Prensa) y a todos aquellos que se interesan por una auténtica libertad de Prensa».

A Seldes, y a este libro específicamente, solíamos leerlo en la redacción del diario El Sol, de la ciudad de Mendoza, Argentina, con el periodista Jorge Fernández Rojas, de quien me gusta decir que es mi amigo. Si se observa la imagen de la portada del libro, tiene dos sellos, que delatan, y me delatan: ese libro perteneció a la biblioteca de la Penitenciaría Provincial. Está en mi poder porque lo saqué en préstamo cuando era profesor de Lengua y Literatura en ese centro de detención. Poco después, ocurrió el denominado «Motín vendimial», porque fue en las vísperas de la Fiesta Nacional de la Vendimia del 2000. En ese motín, entre otras cosas siniestras que ocurrieron, se incendió la biblioteca penitenciaria… En otro texto («La biblioteca», en Crónicas carcelarias, www.juanlopeztextos.com.ar/wp-content/uploads/2017/12/Juan-López-crónicas-carcelarias.pdf), sostengo que a la biblioteca la prendió fuego intencionalmente personal de seguridad.

Es muy dura la visión del rol del periodismo que aporta Seldes, a modo de denuncia y reclamando, por ejemplo, que «el periodismo debe ser dirigido por periodistas», título de uno de los capítulos del libro mencionado. Otro capítulo: «Diez medios para medir la Honestidad [así, con mayúscula] de la Prensa» [también con mayúscula]. Ya leer esta palabrita, honestidad, da un poco de ternura. Ha pasado mucha agua bajo los puentes como para que podamos creer en este concepto si hablamos de periodismo y de medios «de comunicación», nosotros, al menos nosotros, que sabemos que las noticias de alcance masivo, mayormente, son cosas que se compran y se venden y que muchas veces no son más que inventos o deformaciones intencionadas de lo supuestamente «ocurrido», producidas y financiadas, obviamente, por los beneficiarios de esas mismas noticias.

Ahora me quiero referir a otro autor y a otra obra, de la cual tomo el título de este artículo. Ricardo M. Setaro publica en Buenos Aires en 1936 «La vida privada del periodismo», editado y distribuido, según señala el colofón del libro, por FEGRABO. Esa obra trae al final una bibliografía, una de cuyas entradas dice: «Raúl González Tuñón, apuntes para un libro sobre periodismo, material inédito». Como se sabe, RGT (Buenos Aires, 1905-1974) fue además de un gran poeta, un destacado periodista. Escribió en Crítica y en Clarín, fue corresponsal en Europa, contemporáneo de Roberto Arlt, Jorge Luis Borges, de Carlos de la Púa, de su hermano Enrique GT, de Pablo Neruda y demás notables del siglo XX. El creador de Los caprichos de Juancito Caminador y La calle del agujero en la media, está claro que estaba del lado de quienes denunciaban las injusticias de los, generalicemos, ricos hacia los pobres. No le tenía miedo ni mucho menos, ese miedo que avanzado el siglo iba a extenderse en muchos escritores, ese miedo, digo, de ser explícitos señalando calamidades sociales, abusos, desigualdades. Muchos resistieron la tentación del esteticismo y del intelectualismo literarios, muchos otros no, y pagaron incluso con su vida el decir, escribir y publicar lo que había que decir ante las injusticias que en cada época perpetraba el poder económico. Que, como aprendimos hace mucho, es el que dirige, entre otros, al poder político.

Ricardo Setaro se movía en ese ámbito ideológico del cual la obra de RGT es ejemplo luminoso. Veamos, leamos, entonces, para finalizar, uno de los capítulos del libro citado, que el autor titula con el nombre del personaje que va a describir:

John Swinton

La Asociación de la Prensa de Nueva York celebraba su banquete anual. Una extensa mesa agrupaba a los más prominentes editores y periodistas de la capital mundial del periodismo moderno. Llegó la hora de los discursos. Hombres acostumbrados a callar todo el año, en el silencio verbal de la escritura, desataron sus lenguas. Ninguno desató su alma. Entonces John Swinton se puso de pie y dijo:

«No hay en los Estados Unidos nada de lo que pueda llamarse prensa independiente, sino es en las ciudades de escasa importancia. Vosotros sabéis esto y yo también. Ninguno de vosotros se atreve a expresar una opinión honrada.  Si lo hacéis, estáis seguros de antemano que no se publicará. Yo recibo 150 dólares a la semana por no llevar mis opiniones honradas al periódico al que escribo. Si yo permitiera que una edición de mi periódico sacar a la luz opiniones honradas, antes de 24 horas habría terminado. El individuo que fuera tan insensato que se ocupara de escribir opiniones honradas se vería en medio de la calle en busca de otro oficio. El de periodista de Nueva York consiste en deformar la verdad, en pervertir, en envilecer, en hacer gracias a los pies de Mammon [Nota: Mammon: dios fenicio de la riqueza y la avaricia] y en vender a su país y a su raza, a cambio del pan de cada día o, lo que es igual, de su salario. Vosotros sabéis esto y yo también. ¡Qué insensatez brindar por la prensa independiente! Somos instrumentos, vasallos de los ricos que están detrás de las cortinas. Somos monos saltarines. Ellos tiran de la cuerda y nosotros bailamos. Nuestro tiempo, nuestra vida, nuestro porvenir, todo pertenece a esos hombres. Somos prostitutas intelectuales».

Así habló John Swinton.

Así podrían hablar, si quisieran, si tuvieran valentía para hacerlo, los miles de periodistas que a diario elaboran la opinión del mundo.

Los periodistas lo saben, y continúan en su esclavitud. Mintiendo, engañando, falseando, adulterando, a cambio de un mísero mendrugo arrojado desde la mesa de sus amos.

Los periodistas lo saben, y continúan dejándose exprimir como limones, dejándose arrojar como trastos viejos cuando llegan a ser inservibles.

Los periodistas lo saben, y continúan construyendo las redes de sus propias prisiones, remachando las cadenas de su propia esclavitud.

Porque hay pocos John Swinton.

Porque la mayoría se consuela en la vana gloria de creerse los amos del mundo, de creerse directores de la opinión, de considerarse guías de los pueblos.

Para esa mayoría, las palabras de Gorki: «No sería una exageración decir que la prensa de Europa y de América se ocupa con el mayor celo y casi exclusivamente de rebajar el nivel cultural ya bastante bajo. Poniéndose al servicio de los intereses de los capitalistas, de sus patrones, aprendiendo el arte de hinchar una mosca hasta las proporciones de un elefante, los periodistas no tratan de ningún modo de dominar el cerdo que, sin embargo, es evidente que se ha vuelto loco furioso».

Para esa mayoría, el apóstrofe de Gorki: «¡Consoladores de la burguesía!».

Juan López, diciembre de 2018.

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Aplausos para el colectivo de mujeres que escrachó por machistas a varios medios digitales

En los tiempos que corren, y corren muy rápido, y por suerte, nadie está a salvo del escrache si de actitudes machistas se trata. Esta semana, un colectivo de mujeres señaló, denunció en la redes sociales y escrachó a varios medios informativos digitales. ¿Por qué? Por las «encuestas» que ofrecieron para que lectoras y lectores cliquearan a favor de creerle a Fardin o creerle a Darthés. Uno de esos medios, Mendozapost, asumida la metida de pata, decidió levantar la «encuesta», presionado por el escrache. Pongo «encuesta» así, entre comillas, porque esas preguntas por sí o por no, por blanco y negro que suelen colocar tanto Mendozapost como el mdz (mdzol.com) y seguramente muchos otros medios, no son en realidad encuestas. Son mecanismos de venta, anabólicos se les decía en algún momento a los recursos adicionales de un medio para vender más: suplementos, sorteos, álbumes, fascículos. Una encuesta seria, no en el sentido de solemne ni acartonada sino en el sentido de profesional, la suele hacer un especialista en encuestas, en general profesionales de las ciencias sociales. Pero claro, son caras esas encuestas, que apuntan a conocer con cierta precisión una situación social determinada. La falsa opción entre Darthés y Fardin desnuda el machismo de la propuesta de esos periódicos digitales. Señores: no están en igualdad de condiciones una denunciante de acoso que un denunciado, por eso es falaz y tendenciosa, sesgada se dice también, por machista, la pregunta de a quién le creés o quién dice la verdad. Luego de levantar la «encuesta», por la presión del colectivo de mujeres, Mendozapost publicó una nota editorial rasgándose las vestiduras en nombre de la libertad de expresión, el derecho a la información y la «esencia» del periodismo, titulada: «¿Los periodistas No podemos preguntar?». La editorial sirve también de defensa y contraataque. Y muestra que les dolió la estocada feminista. Y sí, estimados periodistas, coincido en que pueden y deben preguntar y dudar, y que esa es la esencia, no sólo del periodismo pero también del periodismo. Y estoy totalmente seguro de que sin periodismo, el mundo sería mucho peor. Pero deben tener en cuenta también que –aparte de que algunos, como Mendozapost– no tienen el servicio de comentarios de lectores (grave falencia, entiendo) y como lo que hacen está abierto a la opinión de quienes los leen, cada cosa que publican está sujeta a crítica, a opiniones, a acuerdos y desacuerdos. Y, en los últimos tiempos, a escrache. ¿No querrán acaso, estimados y necesarios periodistas, que solamente se señalen sus aciertos y exclusivamente se los aplauda y elogie, verdad? Entonces, pregunto y propongo nuevo titular: «A los periodistas, ¿No se los puede criticar ni escrachar?».

Juan López. Dic. 2018.

Dos virtudes de un texto notable

 

Sobre «Tú eres para mí», de José Niemetz, obra ganadora del Premio Clarín de Novela 2018.

La autobiografía de una mujer obesa, acosada y abusada desde niña, compone un relato brillante y por momentos desopilante pero, sobre todo, incorrecto por donde se lo mire.

«Tú eres para mí», de José Niemetz, novela ganadora del Premio Clarín Novela 2018, es un relato notable. Es uno de esos textos que se comienzan a leer y no se pueden dejar de leer. Tiene muchas virtudes. Me voy a detener en dos, que entiendo cruciales.

El punto de vista

Una de las virtudes de la novela está en el plano compositivo: la elección del punto de vista. En qué sentido. El que narra es un personaje, que tiene, entre otras características, las siguientes: es mujer y no le interesa la literatura. La protagonista, narradora entonces en primera persona, no es lo que llamamos una persona letrada. Y se llama Estela, nombre que su mamá le puso en homenaje a la cantante Estela Raval. Escribe Estela: «No leo libros, casi no recuerdo haberlos leído» y «Jamás me interesaron los libros (igual que hoy)». También dice la narradora que su mamá leía las revistas Radiolandia y la TVGuía y en el pueblo se veía mucho el popular programa de TV Sábados Circulares, de Pipo Mancera. Entendamos, quien narra no se formó intelectualmente con alta literatura, ni siquiera con literatura. Consciente de, o aceptando sus limitaciones como escritora, la narradora planteará explícitamente que, pese a eso, intentará escribir la historia de su vida.

Este personaje, entonces, esta voz que el autor crea, lo «obligará», para ser creíble, a sostener un registro no intelectual, que mantiene «sujeto» el relato, contenido, a salvo de caer en frases rebuscadas, demasiado literarias típicas de escrituras para escritores. Este, pienso, es el gran acierto compositivo de la novela, que se difundirá por todo el texto. Imagino al escritor resistiendo todo el tiempo la tentación de dejarse llevar por largas parrafadas. Y no. No obstante, el autor, a través de su personaje narrador, se las arreglará para traer al texto, por ejemplo, escritores como Joseph Conrad, en este caso de la mano de Brian, el compañero «alemán» de escuela de Estela, que lee nada menos que «El corazón de las tinieblas». También habrá guiñadas literarias varias, entre ellas el capítulo titulado «La dama del perrito», evidente homenaje a Antón Chéjov.

El resto, la mayoría de las citas o alusiones literarias, provendrán del cine y de la «poesía» de las letras de canciones y las actuaciones en películas de Palito Ortega, Violeta Rivas, Johnny Tedesco (del cuasi legendario Club del Clan), Estela Raval y los Cinco Latinos, Libertad Lamarque, Yaco Monti, Nino Bravo, Raphael, Rocío Durcal, Sandro. Una época de algún modo gloriosa para la cultura popular argentina de los 60-70, pero que también será criticada en el relato. Dice la clienta-víctima española: «—Rocío Durcal es un espanto, pero vuestro gilipollas, ese tal… ¿cómo lo llamáis? Palito… ¡ese! Palito… ¡Válgame Dios! ¡Es patético!». Y Estela responde: «—Ese es nuestro rey, guapa, no te expreses con ofensas!».

Lo literario será también introducido con Martín Fierro. Llamará «Fierro» al policía que la visita-viola los martes. Lo identifica o asimila estéticamente a la imagen del personaje que interpreta Alfredo Alcón en la película Martín Fierro.

Avanzada la novela, se introducirá la ópera La Traviata, lo más culto de que podrá dar cuenta esa narradora iletrada, y también tallará el pintor renacentista Sandro Botticelli. Y habrá también una alusión a la Odisea (al caballo de Troya), mediada por las revistas Fantasía o El Tony.

En cuanto al estilo, a lo largo del relato, se puede leer entre líneas a muchos autores. Al menos a mí me saltaron y asaltaron, entre otros, Manuel Puig y Michel Houellebecq.

La incorrección

La otra virtud de esta novela está en el plano del mensaje, de la fábula: su incorrección. Toda la novela es una absoluta incorrección: desarrolla el pasaje de víctima a victimaria-justiciera de una mujer, dueña de un vivero, que fue acosada y abusada desde niña, que se volvió obesa por falta de amor, el amor de su madre, y que descubre el placer sexual asesinando gente utilizando su peso, su fuerza física, y también su arte para elaborar pociones letales, arte aprendida y heredada de su madre y sobre todo de su Nona.

Un ejemplo de esta incorreción es la crítica a la sobrevaloración de la naturaleza. En el capítulo «Sobre lo siniestro de las plantas», se puede leer: «Pero lo cierto es que hay algo de siniestro en las plantas. Desconfío de su silencio y mucho más de su sordera. No las identifico con La Naturaleza, ni con algo más sano, ni con algo (digamos) moralmente superior a un trozo de cadáver de vaca o de chancho servido en un plato». Y remata el capítulo: «No creo que un balde plástico o una milanesa con huevo frito sean menos naturaleza que un bosque de araucarias junto a un lago virgen».

Otro ejemplo. La autodescripción de la narradora, en el capítulo titulado Botero: «Cuando a los 16 vi por primera vez la reproducción de un cuadro de Botero, entendí el modelo de mujer que quería para mí: altiva, satisfecha, orgullosa, elegante, sensual. Y gorda».

En síntesis, la novela, a partir de la elección del punto de vista de una persona no letrada pero con intenciones narrativas y de una historia incómoda e incorrecta por donde se la mire, se propone como un texto para un gran público. Lo contrario de esas novelas aburridas y sesudas y llenas de remisiones cultas, escritas casi exclusivamente para escritores o lectores «especializados» y, para peor, carentes de gracia.

Hay que celebrar que esta novela de José Niemetz haya obtenido semejante premio. Un escritor fuera de la «rosca» metropolitana, tanto de la ciudad de Buenos Aires como de la de Mendoza. Imagino ya las críticas que recibirá de determinados sectores de la intelectualidad literaturosa, específicamente de aquellos que sostienen que el arte que emociona y contagia y a la que puede acceder cualquier hijo de vecino es sospechosa, porque el verdadero arte «es para pocos».

Pienso que el arte domesticada y excluyente no es arte. Y esta novela de Niemetz demuestra, actualiza, pienso, lo mejor o lo que más me interesa de cierta tradición cultural: es una contundente patada contra todo lugar común. Esta novela le viene muy bien a la literatura contemporánea, plagada de relatos pretenciosos en el mal sentido de la palabra. Y mucho mejor le viene a la cultura de la provincia de Mendoza –en el Oeste de la Argentina–, sociedad frecuentemente tildada, muchas veces con razón, de pacata, ultramontana, conservadora. Pues pasen y lean y comprueben lo equivocados que están los que escupen generalizaciones de ese tipo a cada rato. Este señor José Niemetz (Mendoza, 1962) es cualquier cosa menos un conservador.

Juan López
Mendoza, diciembre de 2018.

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Abrir y cerrar el diario

 

Algunos recuerdos a raíz del fin de la edición en papel del Diario UNO de Mendoza.

1990: cierre del diario Mendoza Hoy. Mañana helada. Luego de varios días de toma de las instalaciones por parte del personal y con apoyo de los sindicatos de Prensa y Gráfico, la policía nos desalojó. Fueron, para mí, tres años –comencé en marzo de 1987– de trabajo como corrector, donde aprendí el oficio. Tuve maestros y maestras generosos y notables, como Carmen Páez, Gustavo González, Estela Castro y, el más capo, César Chaparro. Y compañeras y compañeros que también me enseñaron mucho: Rubén Gatica, Gabriel Espejo, Silvia Chaparro… Comencé también en ese diario mis primeros pasos como sindicalista: fui delegado gremial por el Sindicato de Prensa. Conocí la típica redacción de la época de las Olivetti y comenzó la transición de escribir y corregir en papel a hacerlo «en pantalla», cuando llegaron las primeras Mac. Fue la época cuando todavía la empresa no tenía preponderancia absoluta sobre la labor periodística, en esta pequeña aldea no global de los ochenta. Época pasada, no superada.

1993: Apertura del diario UNO. Gracias a la recomendación de Andrés Gabrielli, en 1992 me llamaron para «armar» la sección corrección del futuro diario tabloide del grupo Vila que saldría a competirle al Los Andes de igual a igual y lo terminaría cuasi eclipsando. Llegamos a ser diez correctores, que cubríamos tres turnos de cinco horas. Recuerdo una intensa discusión con una periodista porque los correctores trabajábamos cinco y no siete horas, como los redactores. Le expliqué lo de la atención y el desgaste de leer en pantalla cinco horas… No escuchó, ya había tomado la decisión de pensar como pensaba. Llegué a decirle que era una «burra», pero no a pronunciar, aunque por supuesto la pensé, esta palabra: carnera. Los animales siempre están a mano para adjetivos despectivos: sos un perro, un gato, un zorro, una serpiente… un animal.

Fue el diario UNO el que impuso la firma en las notas, una manera de comprometer al redactor y de descomprometerse como empresa. Un cebo que el ego periodístico comió sin que lo obligaran, feliz de ver el nombre propio estampado en papel. He visto muy malas plumas firmar con orgullo pésimos artículos. Y, por supuesto, he trabajado también con periodistas notables. He visto gente enamorada de su oficio, verdaderos reporteros de todas las layas, bohemios de la noticia y también, lamentablemente, mercenarios de la información. Esa mezcla cuasi milagrosa hace de una redacción un lugar incomparable. Sé que soy un afortunado por haber experimentado el vértigo del cierre de un diario, muchas pero muchas veces.

Lo mejor del UNO fueron los cierres de fines de semana, que eran los cierres del suplemento Deportivo: largas noches con la redacción solitaria y los trasnochadores de Corrección y Deportes esperando los resultados: Gustavo De Marinis, Alejandro Parigi, Carmelo Sgroi, Fernando Montaña y toda la tropa de cronistas volantes. Me estoy olvidando de muchos y les pido disculpas. Guardo de esa época un recuerdo y afecto especial por tres personas que trabajaban en la sección vecina a Corrección, a la que le llamábamos Escáner (digitalización de imágenes): el Osiris Domínguez: podían pasar horas sin que pronunciara una palabra y cuando lo hacía era un gran consuelo saber que seguía con vida; lo contrario de su compañero Néstor Yesurón, un lenguaraz de aquellos. Y el Miguel Cerón, más equilibrado: ni silencioso como el Osiris ni ruidoso como el Néstor. También guardo muy entrañables recuerdos de los compañeros de Diagramación, Armado, Filmación, Fotomecánica, Rotativa, Expedición y Administración.

A mí y al subjefe de Corrección, Rubén Gatica, nos despidieron sin justa causa a fines de noviembre de 1998. Después del furor de los primeros años, cuando todo era éxito y ventas, promediando 1997 comenzaron los despidos, los recortes de sueldo, sí, recortes de sueldo… la famosa flexibilización laboral que el menemismo impulsa a mediados de 1996. El argumento de los empresarios suele ser el mismo: si no bajamos costos, tenemos que echar gente o, peor, cerrar. Suena familiar, ¿no? Mi actividad como miembro de la comisión directiva del Sindicato de Prensa me terminó eyectando, y lamentablemente arrastré en mi caída al Rubén. Con él y el Gabriel Espejo elaboramos el manual de estilo del diario UNO, entre otras tareas técnicas, eruditas y docentes para mejorar la redacción del diario. Antes, habían despedido a mi gran amigo Gustavo Verzbickis, con el mismo método.

Miles de anécdotas, muchas hermosas, muchas horrorosas, de esa época. Una intermedia, patética: en el buffet, que no era más que un par de máquinas de café y un dispensador de agua fría y caliente, me encuentro con Daniel Vila. Por ese entonces, en el suplemento joven (Zapping) y en Deportes se solía utilizar la palabra «menduco». Daniel, porque así le decíamos aunque no lo quisiéramos ni un poquito, Daniel me pidió, como al pasar pero en serio –nos encontramos azarosamente en ese lugar– que la palabra en cuestión no saliera más publicada en el diario. Sobre esa escena, escribí lo que sigue, que luego publiqué en un libro de poemas (Mirá, 2005), aunque estoy seguro de que no es ni de cerca un poema:

Odia

al director de un diario (no era precisamente un periodista)
se le ocurrió prohibir la palabra «menduco»
dijo que era despectiva y sonaba mal
le dijimos que sí porque no le podíamos decir que no
pero después nadie pudo cumplir con la orden
conclusión
el lenguaje
las órdenes
odia

Pienso que las personas muy poderosas económicamente suelen establecer vínculos que se definen por dos tipos excluyentes de actitudes hacia ellas: una mezcla de odio y miedo, que es fundada y, en principio, gratuita, pero puede volverse muy costosa, dado el poder de quien por eso denominamos «poderoso», o la obsecuencia, que nunca es gratuita y, según el grado, puede ser muy bien, bien, regular, mal o muy mal paga. Gané el juicio laboral, muchos años después, y cobré la cuarta parte que reclamaba, gracias a los muy buenos abogados del grupo, que figuran, como se imaginarán, en el grupo de la obsecuencia remunerada.

Unos días después de que nos despidieran, en la edición del miércoles 9 de diciembre de 1998, el título principal de tapa del diario UNO decía: «Eliminan el décifit del Presupuesto local del ’99».

1999: A un mes de despedido del UNO, conseguí trabajo en Prensa del gobierno de Mendoza, específicamente en el Ministerio de Hacienda, gracias al entrañable Daniel Pelado Bibiloni. Aprendí lo que se llama comunicación institucional haciendo prensa en Hacienda (perdón el ataque de jorgesosismo). Esto, gracias a funcionarios que no les tenían miedo a sus asesores de prensa y nos dejaban participar en reuniones de gabinete ministerial: si no entendés de números, ¿cómo los va a comunicar bien? Ingresé en el despreciado gremio de los periodistas institucionales, que son mirados en menos por los periodistas de los medios… otra tara de la jungla informativa. Hice y tengo también muchos y grandes amigos y amigas. Y sigo completando las «Recomendaciones de redacción para informes de prensa oficiales», que comencé a elaborar hace más de veinte años. Fui «saltando» de prensa de Hacienda a prensa de la Gobernación según el gobierno. Entré a trabajar a la Administración Pública con el ritmo de la empresa privada. Me comía la cancha –no conocía el trabajo pero le ponía actitud– y por eso ligué un cargo de planta al poco tiempo de trabajar con un contrato de locación. Me enseñaron mucho el Raúl y el Sergio Silanes. Y el Pelado Bibiloni, obviamente. Hice muy buenos amigos, excelentes comunicadores institucionales, a los que además les saqué vampíricamente el jugo. Cómo no mencionar a Sandra Pizarro y René Puig.

2000: Semanario El Sol, «El Sol Investiga». Nos vuelven a convocar a echados de otros diarios y otras épocas, a no echados que aprovecharon y se fueron del UNO, para «hacer» un semanario de investigación: redactores, diseñadores, fotógrafos, editores de imágenes… Fue una preciosa época, trabajar no para el día a día sino para un ejemplar por semana: «el viernes sale El Sol» era la frase promocional. Yo era el único corrector. Cuando se transformó en diario, se incorporaron Rubén Gatica y dos correctores «nuevos»: Federico Robert y Alejandro Frias (así, sin tilde). El director periodístico fue el Carlos Perlino: aprendí mucho de él y conocí su lado más irónico y cuasi tanguero. Fue muy generoso, tiempo después, al salir de testigo en mi juicio contra el grupo Vila. Recuerdo que dijo ante el tribunal que la cooperativa Servigraf –ese engendro que inventó el grupo para no pagar aportes laborales ni encuadrarse en la ley 12908 (Estatuto del Periodista Profesional)– era una «chastrinada».

En la época del semanario, recuerdo que en un cierre, que eran los jueves a la tarde-noche, tiré las notas de tapa a la papelera de mi computadora y desaparecieron. Estaban ya corregidas y editadas. Algo así como cuatro artículos que sumaban, calculo, 5.000 o 6.000 palabras. Las había escrito el Marcelo Torrez, que en vez de putearme, me dijo: «qué le vamos a hacer, Juancito, son cosas que pasan, escribo todo de nuevo». Esas conductas promovía un ambiente de trabajo cuasi feliz, más allá de la honorable y profesional actitud del Marcelo. Fue el principio. Después, como siempre pasa: periódico que crece es periódico en el que se precarizan las relaciones laborales, se recortan derechos, se asfixia a los empleados… Y otra vez la letanía: si no bajamos los sueldos, tenemos que cerrar…

Los empresarios de medios son todos iguales, pertenezcan al grupo o a la empresa que sea. Quieren éxito y lo obtienen a costa de los trabajadores. Es mentira que arriesgan: siempre van sobre seguro. Están entrenados para abrir el paraguas para ellos solos antes de que caiga la tormenta, y no te avisan que abras el tuyo porque si te avisan hacés quilombo, les querés por ahí arrebatar el paraguas y eso no está bien. Lo hemos visto, lo hemos vivido. Nadie nos lo contó. Cerró finalmente el semanario y se convirtió en diario. Renuncié antes de que me echaran luego de sancionarme porque me comí una quiniela: salió repetida y me dieron dos días de suspensión. Chau periodismo, chau trabajar todos los días con francos rotativos. Chau bohemia de los cierres, chau felicidad de esclavo. Chau, entrañables compañeros de la redacción, qué manera de laburar, de emocionarnos y también de reírnos. Para El Sol también elaboré un manual de estilo. Y aprendí tantas cosas de mis compañeros.

Por esos años, tuve un paso fugaz por la sección Corrección de Los Andes. Buenos correctores, buenos compañeros. Toda la redacción muy atildada, muy, cómo decirlo, prolija. No hay mucho para recordar porque duré dos meses: prometieron cargo de planta y luego se retractaron, cosas de la engaña pichanga constante de los empresarios. Sí recuerdo un par de encontronazos con un secretario de redacción un tanto despótico y muy creído, un salame importante pero con buen olfato periodístico aunque con un ego que corrompía sus virtudes y, sospecho, no le ganaba muchos amigos. Hay un lugar común muy extendido de que para ser buen jefe tenés que ser malo o muy malo, exigente, jodido. Bueno, este tipo es un buen ejemplo. Yo pienso lo contrario, es decir, que la gente supuestamente muy exigente es también muy insegura y actúa muy bien su papel, porque sin ese rol, prácticamente pierde su identidad, aunque sea una identidad trucha. Con los años, se va perfeccionando el disfraz y ya no te lo podés quitar.

En tanto tiempo en redacciones, aprendí mucho de muchas personas. Hice grandes amigos y más que amigos. Trabajé bastante, suficiente. Experimenté en carne propia la fricción de nuestros cuerpos vulnerables contra la dura materia de las empresas. Escribí mucho también, vi mucha gente escribir, equivocarse, acertar, persistir. Por un lado, me da pena que cierre el UNO en papel, por lo que significa para alguna gente que recuerdo y quiero mucho. Por otro lado, siento una suerte de alivio, porque se termina una manera no feliz de hacer periodismo, esta de las últimas décadas, de redacciones rehenes de las decisiones empresariales que, obviamente, tendrá continuidad, pero esta vez sin papel. ¿Qué harán con la rotativa?, me pregunto. Buen tema para una nota post mortem. Por la plata baila el mono y escribe quien escribe. Por esto, creo, nunca me quise «hacer» periodista: me cansé de ver a personas escribir cosas que no querían escribir. Preferí ponerme al servicio de la buena escritura periodística, y ser un ignoto corrector más, que somos muchos y nos hace felices desfazer entuertos lingüísticos. Y sobre todo porque, para mí, escribir es escribir lo que se me da la gana. Fue mi elección, y tengo claro que si no existieran periodistas, autores, escritores, tampoco harían falta correctores: estamos al servicio de otros servidores, los periodistas. Me saco el sombrero por el oficio periodístico y más aún por los fotógrafos periodísticos, creo que ellos resumen bien lo mejor del periodismo: arte, pasión, conocimiento, capacidad de laburo y curiosidad fundidas en la misma actividad.

Hace unos años, trabajo también en una universidad. Aprovecho para agregar: respeto, así en general  –porque si no generalizamos no podemos entendernos– mucho más a la tribu periodística que a la académica. No pertenezco estrictamente a ninguna pero les conozco los secretos, las mañas, las virtudes y las miserias.

De traiciones y atropellos específicos no sé si alguna vez escribiré. Hay cosas que hay que llevarse a la tumba, sobre todo para evitarles el disfrute a quienes fueron o están siendo nuestros victimarios. Y de errores, los propios, bueno, cometí y se me pasaron muchos, personales y profesionales. Me han dicho en la cara lo que soy y no he podido negar nada.

Del plomo al offset, de la trabajosa artesanía a lo digital, del papel a la pantalla. Del periodismo primigenio, casi ideal, a los vendedores e inventores de noticias y sus escribientes, locutores y animadores.

En fin, abrir y cerrar diarios, cuando los leemos y cuando los levantamos y sostenemos, y cuando vemos cómo los hacen caer, no vaya a ser que dejen de ganar un poco de todo lo que ganan. Hay bolsillos que una vez que se llenan, jamás se vacían.

Juan López, noviembre de 2018.

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Antonio Machado, poeta del tiempo

Se ha dicho o suele afirmarse que Antonio Machado es «el poeta del tiempo». Incluso él se ocupa del tiempo en la poesía, en su libro Juan de Mairena. No del tiempo meteorológico, mal llamado clima, clima es otra cosa. Hablamos del tiempo en el sentido más común o general, el tiempo «que pasa», los días, las horas, los minutos, los segundos, los años… el transcurrir del día a la noche, de la niñez a la vejez.

Pero cómo «trabaja»  o construye el tiempo en su poesía Antonio Machado. Veamos el siguiente poema:

ORILLAS DEL DUERO

       Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario.

Girando en torno a la torre y al caserón solitario,

ya las golondrinas chillan. Pasaron del blanco invierno,

de nevascas y ventiscas los crudos soplos de infierno.

 

                Es una tibia mañana.

El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana.

 

      Pasados los verdes pinos,

casi azules, primavera

se ve brotar en los finos

chopos de la carretera

y del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente.

El campo parece, más que joven, adolescente.

 

      Entre las hierbas alguna humilde flor ha nacido,

azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,

y mística primavera!

 

      ¡Chopos del camino blanco, álamos de la ribera,

espuma de la montaña

ante la azul lejanía,

sol del día, claro día!

¡Hermosa tierra de España!

Me detendré en lo subrayado:

–Se ha asomado una cigüeña: es decir, aparece, antes no estaba, la cigüeña: marca de tiempo, no importa acá lo gramatical, si es pretérito perfecto o qué. Podría haber sido «se asoma» o «se asomará». Lo que importa acá es la elección de la palabra «asomarse». Recordemos «febo asoma». No había sol, ahora hay; no había cigüeña, ahora hay. Tiempo. La palabra asomarse trae de su origen (somo, summum, es decir «altura») la idea de algo que sobresale.

–Ya las golondrinas chillan: es decir, comenzaron a chillar, porque viene un nuevo tiempo, la primavera, veremos más adelante. Marca de tiempo con una imagen auditiva: había silencio, que se rompe con el chillido de las golondrinas. Del silencio pasamos al no silencio.

–Es una tibia mañana/ el sol calienta un poquito: tibia supone una anterioridad no tibia o fría, gracias a que el sol calienta un poquito, no mucho, porque volvemos a que es primavera. Otra marca de tiempo: calentar lleva tiempo, no es algo que ocurre inmediata ni intensamente, no es el verano o, esa palabra tan hermosa: estío.

–Verdes pinos/ casi azules: pasaje de color, de verde a casi azul. Otra marca de movimiento. El tiempo es movimiento ahora cromático. Vamos viendo cómo todo en este poema indica movimiento: la inminencia de la primavera, anunciada con la aparición de la cigüeña en lo alto del campanario (visual), más las golondrinas que rompen el silencio y ahora el verde que es casi azul de los pinos.

–Brotar: brotan los chopos, es decir los álamos. Veremos que todo indica en el poema la llegada de la primavera, y brotar es la acción por excelencia en el reino plantae. Brotar actualiza el asomar del primer verso. Podríamos decir que un brote es vida que se asoma, por qué no. Y traemos como al pasar estas palabras del poeta coreano Choi Seung-Ho: «La palabra es silencio brotado».

–El Duero corre, terso y mudo, mansamente: correr, el Duero y el tiempo corren, el trillado río de Heráclito: el río es tiempo que pasa y cambia, el tiempo es un río. Y además este río de España no corre de cualquier modo, es manso, terso, hasta mudo. Sabemos que algo de ruido hace el agua al correr pero es casi imperceptible. No rompe el silencio como el chillido de las golondrinas. El Duero como testigo casi mudo, como rumor de fondo de toda la escena. Recordemos que el poema se titula Orillas del Duero.

–El campo parece, más que joven, adolescente. Notable cómo elige las palabras Machado. Dice que el campo «parece», no es taxativo, no dice el campo «es» joven, y además aminora esta juventud diciendo que más que joven el campo parece adolescente. Tiempo vital, la adolescencia, fin de la niñez, otra vez pasaje, tiempo. Si hay una edad de transición en la vida de una persona es la adolescencia, la edad más temporaria de todas, muy fugaz pero a la vez decisiva. ¿Dice el poema que este campo adolescente pronto cambiará o que este campo es cambiante como una persona adolescente y que es imposible retenerlo o detenerlo, cristalizarlo, que no volverá a ser el mismo, como no se vuelve a la adolescencia ni a la niñez?

–Alguna humilde flor ha nacido: no dice «las flores han nacido» sino alguna humilde flor, sutileza, incertidumbre, imprecisión. Agrega que la flor puede ser azul o blanca. El tiempo es impreciso por antonomasia, es imposible fijarlo, detenerlo. No importa tanto el color como la flor. Y luego la palabra clave de toda vida: nacimiento: alguna humilde flor ha nacido. Tiempo primordial. Para dejar de ser nada, se debe nacer. Naciendo se comienza a ser. Comienzo: tiempo. Además, humilde nos remite al principio de poema, donde dice «pobre tierra soriana».

–Campo «apenas» florido: apenas, otra palabra de pasaje, de tiempo, que enlaza con asomarse y brotar.

–Mística primavera: el poema podría terminar aquí y sería suficiente. Lo que sigue será una suerte de apelación publicitaria a la belleza de la tierra de España, a mi criterio innecesaria. Pero por qué «mística» primavera… Lo místico es lo misterioso. Lo que es imposible o difícil de comprender o que no se puede interpretar con la razón. Quién puede explicar acaso lo que significa nacer, brotar, el correr del río. Qué sentido tendría aquí, además, «explicar» (decir en lenguaje informativo o científico) semejantes hechos.

Hay más notas de tiempo en el poema pero con las nombradas es suficiente. Quiero señalar por último el momento crucial del poema: la expresión «se ve» (primavera se ve brotar). Es decir, no es una persona viendo sino que todos podemos ver eso que se está describiendo. Posición horizontal de poeta, lo que veo otros lo ven. No soy un iluminado ni un superdotado, ni el primero ni el último que ha visto. Anoto lo que veo y comparto esta visión. Esta es la poesía que amo. Recuerdo a Lionel Ray, el poeta francés, que a la pregunta recurrente que se les hace a los escritores «¿cómo ve usted el mundo?», responde afirmando: «Como lo ve usted». En estas dos palabritas, sospecho, está el corazón del poema si nos centramos en la enunciación o en el «punto de vista»: «se ve». Podemos seguir analizando este presente, que instaura un cierto absoluto enunciativo: no hay evocación, lo que se dice se ve, se está viendo. El poema construye un presente absoluto a medida que se yergue. Esta idea de que un poema es poesía erguida es de Octavio Paz (El arco y la lira).

Este  poema de Machado se yergue, entonces, para mostrarnos la llegada de la primavera, la aparición de algo que no estaba y que se anuncia y enuncia con mínimas –pero contundentes para la mirada del escritor– evidencias: una cigüeña que se asoma, el chillido de las golondrinas, el comienzo de la tibieza gracias al sol que calienta un poquito, el pasaje del verde al azul de los pinos, el brotar de los álamos, el río silencioso… Y la primavera es mística, misteriosa, porque todo renacimiento, año a año, es un misterio. Morimos en invierno y renacemos en primavera. Todo manifiesta tiempo en este poema de Antonio Machado. Por eso se lo ha calificado como poeta del tiempo. ¿Hay mayor misterio que el tiempo?

Junio 1986-octubre 2018.

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Decir el dolor

 

Sobre un poema de Roque Dalton

Toda palabra supone un movimiento. El primario: salir del silencio. El silencio sería el punto de reposo y todo lo que no es silencio es ya otra cosa. Esa otra cosa puede ser lenguaje. Obviamente, también puede ser sonido no lingüístico, ruido, sonido complejo (música)… Pero detengámonos en la relación silencio-lenguaje y, más específicamente, silencio-lenguaje en tanto arte, es decir: silencio-poesía.

Veamos el siguiente poema de Roque Dalton.

La cabeza contra el muro (conclusión filosófico-moral)

La materia es dura,
la materia es indestructible:
por lo tanto,
la materia es incomprensiva,
la materia
es cruel.

¿Cómo es el movimiento del silencio a la poesía que ocurre en este poema? Yo diría que el silencio busca profundizar, hacer un agujero o abrir una grieta en el «lugar» donde se sitúa él mismo (el silencio). En otras palabras, en este poema hay una reflexión. El lenguaje pregunta por la materia, pero partiendo de afirmaciones obvias: la materia es dura. O mejor dicho fijando que la materia, aunque puede no ser dura, es dura en este texto, por definición. La materia es dura o siempre será más dura que lo que no es materia. Y la reflexión, el pozo, avanza: la materia es indestructible. Y estas primeras dos afirmaciones vemos que serán premisas, hipótesis o antecedentes de una conclusión (se anuncia en el título que lo que se viene es una conclusión): por lo tanto, la materia es incomprensiva, la materia es cruel. La palabra incomprensiva toma a su cargo la parte filosófica, y la palabra cruel, la parte moral. Lo que no se puede comprender ni modificar (indestructible) es cruel. La palabra cruel está emparentada con las palabras crudo y crudeza, que en latín se refieren a algo que sangra. Lo crudo supone sangre. El diccionario castellano agrega que lo cruel es lo inhumano. La materia es inhumana. Se funden ahora lo filosófico con lo moral. Cruel es no comprender (la materia es incomprensiva), cruel es lo inabarcable, lo que escapa al entendimiento, y entonces escapa al lenguaje. La materia es inhumana, lo inhumano es aquello que no considera el dolor. Acciones inhumanas. Materia contra humanidad. Balas que entran a cuerpos: plomo en sangre. Pero es el poema precisamente el que busca un sentido y escande e intenta decir: no comprender produce dolor y el dolor es incomprensible, inexplicable. La cabeza (humanidad) se da contra el muro (materia), y del choque brota sangre. Lo que duele, duele más y sobre todo sin palabras. La proeza de este poema radica en salir del silencio para decir el dolor.

Setiembre de 2018.

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Trascender

A raíz de la injusta separación de Pilar Piñeyrúa de la dirección de la Editorial de la Universidad Nacional de Cuyo (Ediunc).

Trascender: opinión sobre la separación de Piñeyrúa de la Ediunc - Por Juan López

Por estos días, en la Ediunc estamos de luto. No, no se preocupen, no murió nadie. Sí murió una editorial. La editorial que René Gotthelf fundó y dirigió durante décadas, junto con muchas personas que trabajaron y publicaron libros muy importantes, que aún hoy piden reedición. La editorial que con Pilar Piñeyrúa tomó nuevos rumbos, y estoy seguro de que pudo hacerlo porque tuvo bases sólidas, como ya dije: la prestigiosa y muy bien posicionada Ediunc, que fue edificada por un gran equipo editorial, por docentes y funcionarios universitarios responsables y con René Gotthelf a la cabeza.

Hoy Pilar no está en la editorial. En su lugar, la nueva directora es una doctora en lingüística que trae muy buenas intenciones y, además, trae mejoras y confianza, es decir, todo eso que se le negó sistemáticamente a la editorial en los últimos cuatro años. Sepa usted, nuestra nueva autoridad, que no tenemos nada en su contra: nos consta que no tuvo nada que ver con el injusto despido de Pilar. Y como lo que nos apasiona es hacer libros, pues le vamos a poner todas las pilas a la nueva gestión –es decir, las que venimos poniendo hace muchos años– y vamos a tratar de sacarle el jugo lo máximo posible. Ojalá sepan aprovecharnos: somos aceptablemente buenos haciendo libros, aunque sin Pilar no tanto.

Pilar no está. Quienes la echaron de la peor manera carecen de nuestro respeto. Uso el plural porque los responsables de esta situación son varios, no es uno solo. Nunca habla ni actúa ni hace ni calla una sola persona, una sola voz (como ahora, que estamos hablando, mínimo, mi almohada, mi compañera y yo). Sé que con estas afirmaciones no le estoy faltando el respeto a nadie. Al contrario, lo estoy respetando más que nunca, porque como nos inculcó Roberto Arlt, no hay mayor bien que la sinceridad. Además, algo obvio, si se está en un cargo público, no se espere que solamente se den a conocer las buenas noticias, y las malas se oculten o se escondan bajo la alfombra. Por otra parte, es bastante evidente que estoy ejerciendo mi derecho a opinar y mi juicio crítico, algo que aprendí no solamente en mi familia y en la calle, sino también en la escuela y en la universidad.
 

Quienes quedamos en la editorial y conformamos su equipo original no nos vamos con Pilar porque, como ella, tenemos bocas que alimentar –principalmente, la propia– y porque un soldado no abandona la trinchera porque caiga el capitán. (De todos modos, repito: esto que estoy diciendo es a título personal). Bueno, sí, a veces hay soldados que abandonan. No será nuestro caso. La historia continúa. Ojalá no haya más despidos. De todos modos, atenti, si intentan echar más personas de la Ediunc, sepan que al menos yo voy a oponerme y a reclamar, no porque sea belicoso por naturaleza o por deporte, simplemente porque hay leyes que nos amparan, basadas en nuestros derechos como trabajadores. Pero claro, han cortado el hilo por lo más grueso: si se pretende echar a la persona más capacitada del equipo, qué queda para nosotros, que venimos muy atrás y estamos a años luz profesionalmente de Pilar.

Pilar no está, pero no perdemos la esperanza de que regrese. No es ni fue perfecta, porque fue y sigue siendo humana. Anoten, pues, de una vez, autoridades universitarias de turno, esta palabra que vienen desusando o parecen haber olvidado temporariamente: humanidad.

Antes de finalizar, una reflexión más: con esto que estoy escribiendo no estoy «quemando naves» ni sumándome a una conspiración contra el rector y su equipo. Estoy actuando de acuerdo con mis convicciones (estamos, con mi almohada y mi compañera), porque entiendo que separar a Pilar Piñeyrúa de la dirección de la Ediunc es una medida absolutamente arbitraria. Y también entiendo que hay tiempo para que las autoridades de la universidad reflexionen, reconozcan la injusticia que están cometiendo y vuelvan sobre sus pasos. Esto, más allá de que todo parece indicar que se han violado los procedimientos y las resoluciones universitarias. Discúlpenme, es que sigo teniendo esperanza. Y espero, entonces y también, recuperar el respeto que he perdido por estos días por las autoridades universitarias.

Pilar no está. Cuando estoy en la editorial, tengo que pasar, inevitablemente, varias veces por la puerta de la que fue su oficina. Y cada vez que paso la veo, la imagino, la necesito. Entablo conversaciones imaginarias con ella, le pregunto y me responde y me soluciona la duda que vengo arrastrando sobre tal o cual asunto de edición.

Pilar –quiero creer que por ahora– no está, pero ha sido tan decisiva su tarea en la Ediunc en los últimos ocho años, que los que quedamos ya sabemos lo que tenemos que hacer. Eso, me parece, es lo que se llama trascender.

* Juan López es editor y corrector en Ediunc, donde además dirige la colección Literaturas.

(https://losandes.com.ar/article/view?slug=trascender-opinion-sobre-la-separacion-de-pineyrua-de-la-ediunc-por-juan-lopez)

 

«Esperando que la belleza realice su jugada»

Sobre el libro de poemas Se llama Epífora, de Tony Zalazar. Corrientes, Instituto de Cultura, 2017. Primer premio del concurso Juan José Folguerá.

Llegó a mis manos un libro notable: Se llama Epífora. Su autor es Antonio Marcos Zalazar, más conocido como Tony Zalazar (Chaco, 1980). Escritor, docente, editor, promotor cultural, tallerista literario y, nos enteramos ahora, de niño, jardinero.

El poeta Osvaldo Bossi elogia en la contratapa estos poemas y dice textualmente: «Hace tiempo que no leo un libro tan hermoso, tan conmovedor como este». Y no queda más que coincidir con Bossi.

Es un libro despojado, breve, de pocos poemas, centrados en la madre, tenemos que suponer, del poeta o de la voz lírica. Esta voz es fresca, atenta y sobre todo entrañable. Cansados como estamos de leer poesía inteligente escrita de forma correcta e incluso impecable pero sin corazón, viene a darnos oxígeno y hondura Se llama Epífora, que en la cubierta incluye el agregado explicativo «derrame inmanejable de las lágrimas».

Pero qué hace hermosos y conmovedores a estos poemas. No lo sabemos bien, pero predominan y centran los poemas las escenas maternales, recordadas o reconstruidas por el hijo, la voz que yergue los textos. No es fácil tomar o retomar un tópico tan transitado y vernos sorprendidos o encontrarnos desprevenidos. Escenas cotidianas, como el hecho de colocarse un buzo recién planchado, tibio aún, que la madre entrega al hijo para que el pecho se le abra. Madre e hijo mirando el cielo; aprendiendo, apreciando y contemplando los nombres de plantas y flores de un posible o imaginario jardín propio y de jardines ajenos.

Zalazar mostró y demostró en sus relatos del libro Carece de madurez (Resistencia,  ConTexto Libros, 2013) su notable dominio de la descripción realista o hasta podría decirse microrrealista. Elabora y trabaja la narración y las descripciones siempre a partir de visiones, vivencias o experiencias («erlebnis» le llamaban los románticos alemanes) inmediatas, cercanas, cotidianas. Pero su arte radica en que logra enlazarlas y hacerlas ascender de estatuto y convertirlas en momentos trascendentes. También anuncia Zalazar en sus relatos una notable utilización de diminutivos, y no en sentido irónico sino rumbo al encuentro de una dicción que no reniega de la ternura. Cómo no escuchar, en esas formas, ecos de la voz de Gelman. Tierno es lo que apenas nace, surge, lo que se asoma, lo incipiente, y el poeta nos hace experimentar ese movimiento de ver nada a ver algo, de ser nada a ser algo, de no sentir a sentir.

Avanzando en la lectura vamos descubriendo predominio de versos largos pero medidos: endecasílabos, es decir de once sílabas, y también de doce, de diez y de nueve. ¿Qué importancia pueden tener estas medidas? Justamente eso: la dicción utiliza pero además trasciende el octosílabo, tan común en la lengua cotidiana del castellano, y a la vez se contiene de transitar el verso extenso sin medida ni ritmo. No es fácil, pero el poeta encuentra en esas extensiones la materia sonora y el peso o espacio semántico que necesita para sus versos. Veamos:

Porque una madre hipersensible
chupa todo sufrir del universo.

(…)

Mamá nombraba con piedad
las propiedades de las flores.

(…)

Veíamos juntos ese estar inútil de las estrellas
ese estar tan bellamente para nada
para el ocio para la poesía
para que mamá me haga viajar
al brillo distante de los ancestros.

Retomo las palabras de Bossi, que señala también: «En Se llama Epífora nos encontramos con una profecía al revés, es decir, con una epifanía del comienzo. Leerlo es regresar».

Diálogo

Esta obra puede ponerse a dialogar con otro libro de poemas aparecido recientemente, en contraste. Me refiero a Nina nombre de guerra, de Maite Esquerré (Deacá, Villa Mercedes, 2016). El tema de la madre centra los poemas, así como en la obra de Zalazar, solamente que en casi perfecto negativo: la autora y su voz lírica intentan reconstruir a Adriana Delaunay, mamá de Maite, fallecida cuando su hija tenía cinco años. (https://revistachampa.wordpress.com/2016/12/09/nina-nombre-de-guerra/).

A la madre omnipresente de Se llama Epífora se contrapone, en Nina… la madre perdida y buscada, reconstruida líricamente por su hija, a partir de recuerdos propios y de familiares y amigos, anotaciones,  lecturas, testimonios de quienes la conocieron. Y no obstante las diferencias, coinciden las dos obras en que no caen ni en la cursilería ni en el patetismo, ni en la obviedad ni en el desahogo.

Debemos celebrar que las y los poetas creen, reconstruyan y recreen sus tránsitos vitales más entrañables. Que saquen a la luz sus voces y, en estos casos, enriquezcan ese debate, diálogo, interrogante, ese magma permanente que es tener, en un arco de infinitas posibilidades, madre. Imagino entonces que la voz de Zalazar le dice a la de Esquerré:

Ver borroso también aclara
un poco las cosas.

Finalmente, la belleza ha realizado su jugada.

J. L., mayo de 2018

 

 

Escribir como una chica

Sobre la antología Write Like a Girl!, con textos de Victoria Urquiza, Sofía Criach, Noelia Agüero, Marinés Scelta, Constanza Correa Lust y Malena Orozco.

«La lengua alcanza en la poesía su máxima tensión y profundidad
y su manifestación más acuciante». (Jorge Monteleone).

Si nos tomamos en serio al socio-filósofo de moda Byung-Chul Han, todo verdadero hecho literario atenta contra o se resiste a la sociedad de la transparencia. Por su opacidad, por su irreductibilidad a mera información, por su oposición a la uniformidad y a ingresar en la lógica del rendimiento económico. Hace un año, irrumpió en la provincia de Mendoza –y fuera de sus fronteras también– el colectivo literario Like Write a Girl! Lo que sigue no tiene intenciones explicativas sino principalmente descriptivas, convencidos como estamos de que la poesía que puede explicarse es poesía muerta o, simplemente, no es poesía.

Son seis escritoras «mendocinas» que se reúnen en un libro publicado en marzo del año pasado, 2017. Un libro que comienza con un manifiesto. Un manifiesto que manifiesta «sí es política, también intimidad», «no es vendimia ni coronita», «es parricidio y sororidad», «es el cuarto propio y las ventanas abiertas».

El grupo se bautiza Write Like a Girl! (en adelante, WLG), en alusión a Fight like a girl. Pelea como una chica. Las chicas también sabemos pelear, también sabemos escribir. Porque «las mujeres hemos quedado en la sombra» y «el desierto está lleno de mujeres». Dicen, explicando la frase en inglés que las presenta, que «escribir como una chica es cambiar, probar, experimentar, ser, renacer, renacerse, verse, vivirse, revivirse en cada texto. Será por eso que no aceptamos formas fijas».

WLG se autodefine como un colectivo, de mujeres, escritoras, «que busca generar un lugar para artistas mujeres, abriendo espacios de creación, experimentación y difusión». El libro, cuyo título completo es Write Like a Girl! Antología de poetas mendocinas, va por su tercera edición, según consta en el que tengo en mis manos. Lo publica el sello «Peces de ciudad», en la colección de poesía «El primero en olvidar», con edición y diseño de interiores de Sebastián González y diagramación de tapa y postal (cada ejemplar viene con una) de Rodolfo González Furkert. Esta tercera edición, de setiembre de 2017, fue impresa en Buenos Aires por Soledad Blanco. No hay indicación de taller gráfico o imprenta.

Incluye, además del Manifiesto inicial, poemas, en este orden, de Victoria Urquiza, Sofía Criach, Noelia Agüero, Marinés Scelta y Constanza Correa Lust (incluye un texto en prosa, poética, eso sí), y relatos de Malena Orozco. Es interesante, desde el punto de vista de la edición, que el espacio –la cantidad de páginas– se ha distribuido equitativamente, salvo en los relatos de Orozco, que duplican la cantidad de páginas promedio del destinado a cada sección anterior.

El colectivo también publica unos folletos o plaquetas de cartón de bello diseño y buena legibilidad. Conseguí por Victoria Urquiza, gracias a quien también me hice de un ejemplar del libro, la plaqueta titulada Flor de cactus, con ilustraciones de Sofía Criach. En la contratapa, dice: Mendoza, 2017, colectivowritelikeagirl@gmail.com. Es decir, el grupo quiere estar comunicado más allá del objeto libro y del objeto folleto. Todas obviedades en la edición contemporánea, pero es importante que esta obviedad esté, figure, haya sido tenida en cuenta.

Cuando salió la «noticia» de esta antología y de este colectivo de mujeres escritoras, a muchos lectores nos llamó la atención el nombre, en inglés. Después averiguamos y entendimos. En lo personal, me hacen ruido los negocios que se ponen minimarket en lugar de mercadito, aunque entiendo que es mucho más llamativo, dada nuestra admiración y dependencia, vínculo o influencia cultural e idiomática del segundo mundo, EEUU (el primero, aprendimos, es Europa). Me sigue chocando que se priorice el inglés para nombrar algo en un paisaje castellanohablante, pero entiendo el mensaje: nosotras estamos más allá de estas cosas o, en todo caso, lo hacemos a propósito. Aplaudo el no me importa lo que pensés si hablo un poco en inglés. Aunque sería bueno que ocurrieran hechos así con otras lenguas, por ejemplo, el mapudungún. Ideas que nos asaltan en el camino.

La literatura necesita que se sigan formando grupos, que levanten pronto la voz, se hagan ver, editen, lean en público, agiten, como se dice. Agiten la bandera de la literatura y de la poesía en medio de la hegemonía de lo uniforme, lo transparente, lo obvio.

Como reflejo del colectivo literario, los textos de la antología «suenan» parecido, y eso le da coherencia a la edición y, está claro, no es casualidad: aunque cada una firme sus textos y tengan estilos diferentes, todos los textos respiran de modo semejante. Es decir, surge clara la cercanía generacional y de formación de las integrantes: todas rondan los 30 años y son egresadas de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza). Me refiero a similitudes de tono y propósito. Escritoras autoafirmándose en su realidad inmediata, aquí y ahora, y ubicándose en una línea de tiempo y conscientes de la tradición –«es la tradición, su huida y su traición», dejan claro en el Manifiesto. Las voces se autoexaminan y se contemplan a la vez. Intentan tomar distancia para verse mejor, para explicarse y mostrarse a sí mismas y a los otros de modo afirmativo y crítico a la vez, que para eso se publica.

Se pueden leer alusiones a Borges, Violeta Parra, Alejandra Pizarnik, Dante y Adriano. A personajes de fuerte simbología feminista, como Lilith y Bastet, Sejmet y las Amazonas. A Troya, a la Biblioteca San Martín –principal biblioteca pública de Mendoza–, a lugares que no son solamente lugares, como París, Roma, Guantánamo, Siria, Rwanda, México, Disneylandia, Jáchal.

En cuanto a léxico y recursos, el arco es amplio. Desde palabras retro-modernistas como efímera, atávico, embriagado, sempiterno, antaño y pródiga, a juegos sinestésicos vintage-vanguardistas como cavaquecavaquecavaquecava.

En poesía el yo siempre es gravitante, y puede ser un problema, por su presencia fuerte o por su camuflaje y todas las gradaciones posibles. La antología comienza con el Manifiesto, en primera del plural –«leemos, escribimos»– solamente el primer verso. Los que sigue adoptan la tercera del singular de ser: «es política, es solitario, es colectivo es cita y plagio, es histeria, es entraña, es enredo, es claridad, es la tradición, su huida y su traición…». Y al final se produce una transición interesante, cuando quitan el verbo y dicen: «sí los hombres, el niño, la madre, las hermanas». Y cuando refirman y ya rematan el manifiesto, se van a la tercera del plural, es decir señalan el afuera numeroso, todos los que no son ellas y a los que apuntan: «sí, son todos». Y el verso final las devuelve otra vez al centro de la escena, también ellas en tercera y con un contraste: «el desierto está lleno de mujeres».

En los poemas predomina un yo nítido e interpelador o dialogante con un vos o tú, que puede ser otra persona, la misma voz lírica, un conflicto, una escena cotidiana, lírica o las dos cosas. Un hecho que se describe o contempla, un diálogo con las cosas.

Ejemplos: «me amontono, me quejo, me animo, me demoro, estoy latiendo, soy para que seas», escribe Urquiza. «No creo en Dios, no creo en el Azar; creo en la lluvia», señala Criach. «Siempre le he faltado el respeto/ a mi debilidad; deberé ocuparme/ del resto de las cosas del mundo» (Agüero). «No quiero seguir soñándote frágil; Te dejo las cajas cerradas de las respuestas» (Scelta). «Nado en círculos concéntricos/ Buceo, hundo y sumerjo; Creo mis propias tempestades; míreme; Me tiembla la lengua» (Correa Lust). «¿Cuáles fueron las palabras que no quise oír» (Orozco).

Dejo a otros lectores un detenimiento detallado en las transiciones de persona que ocurren en un mismo poema y entre los textos: se pasa de yo al vos, al es, al nosotros y al ellos en un interesante juego de perspectivas y posiciones. De la primera persona del singular a la primera del plural hay un trecho complejo, que se puede resolver tortuosa o directamente. Difícil usar el «nosotros» sin caer en la caricatura o la pretensión. Por suerte, no ocurre nada de esto último en esta antología.

En cuanto a los temas, hay alusiones a la niñez, al amor –y su contraparte el desamor–, el fracaso, el olvido, el tiempo, la lluvia. No están muy presentes ni adoptan intensidad la muerte ni lo erótico, tópicos clave de toda poesía. Sí, el cuerpo, los recuerdos, la reflexión; lo que pudo ser y no fue, la incertidumbre por lo que podrá ser (grandes motivos clásicos). Los temas o conceptos citados disparan o centran los poemas.

Hay también declaraciones de principios o tomas de posición más o menos claras, además del Manifiesto, como los poemas Credo Gatopardismo, de Criach; Inocentes y No alcanza, de Agüero. Momentos con toques expresionistas, como en Saldo, de Agüero; Fiera, de Scelta; Oiga, venga, mire, de Correa Lust, quien además aporta al volumen la prosa poética Una melancolía. En cuanto a los textos narrativos, a cargo de Malena Orozco, es interesante su propuesta: predominan en ellos la contemplación más que la acción. Es decir, descripciones de situaciones o de personas que son excusas para señalamientos intimistas o reflexivos de la voz narradora.

Si me preguntan por el colectivo WLG, respondo: escritoras seguras de que estar haciendo lo que hacen no vale la pena, porque con la pena sola no se llega a ningún lado. Más bien vale la búsqueda y la alegría singular –pero transferible– que se tiene al escribir y al publicar, ese camino que comenzaron a abrir. Su contagioso entusiasmo, que actualizan, defienden y transmiten en cada lectura pública y, esperemos, en nuevas publicaciones. Lo anterior está contenido de modo notable en la frase-epígrafe de Clarice Lispector que sigue al Manifiesto: «Libertad es poco. Lo que deseo aún no tiene nombre».

WLG se sube al tren de la labor literaria visible y comprometida, resistente a la uniformización, la transparencia y el encasillamiento. Comprometida con el lenguaje y con los derechos de las mujeres. Contra el mundo supuestamente transparente que modela la sociedad de la información, aunque ya decir mundo sea otro abuso del lenguaje.

Abril de 2018.

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– A raíz de la muerte de Liliana Bodoc. (Unidiversidad, Mendoza, 7 de febrero de 2018).

– Sobre el libro «Los colores de la vigilia», de Christian Kupchik.

– Aporte mendocino a un libro de jergas latinas

– Sobre «Nina nombre de guerra», de Maite Esquerré

– A 40 años del golpe, en memoria de Paco Urondo. Por Juan López

– Re-entrevista a Juan López: “El terror de las redacciones”

– Entrevista a Juan López: “Juan López: cuando la poesía llama”.

– Los papeles perdidos del Juan. Por Juan Manuel Lucas

– Cuando los escritores callan (Diario mdzol.com, 16/11/2014).
Una reflexión sobre el silencio de escritores-periodistas-funcionarios ante un escándalo con el Gran Premio literario Vendimia 2014, rubro Cuento, del Ministerio de Cultura de la Provincia de Mendoza.

– Sacar la poesía a la calle (El Desaguadero, 10/05/2014).

– Lo mejor (y lo peor) del 2009

– Despedida a Gabriel Bustos Herrera

– Denuncia censura