Críticas

Críticas

– La poesía como práctica: aproximación a Juan López. // Víctor Gustavo Zonana (2015)

– Juan López: el habitante de los átomos // Christian Kupchik (2015)

– Juan, el incorrecto (diciembre de 2013).

– Juan López, tan simple como eso (2013).

– Cronología ni tan cronológica ni tan breve (Mauricio Runno).

– “Soy un tipo que lee más diarios que libros de poemas” (Dionisio Salas Astorga).

– Para Aprender a Mirar (Gustavo Zonana).

– La poesía, en voz baja (Mariana Guzzante).

 

Escrituras – Por Simón Esain (1945)

¿Camina la poesía en tanto nos quedamos detenidos algunos momentos? ¿Nos espera, ese sueño que es la poesía? Mientras avanzamos hacia ella ¿también avanza ella hacia otro horizonte de impotencias? Si no es así, si no está aquí, la poesía… ¿es, está? ¿Y es por eso que nos sentimos impotentes? ¿Y por qué se ha metido conmigo esta diosa?

Preguntas que nos surgen leyendo a Juan López.
Escribe:

un perro me ha seguido hasta el cruce de la ruta / y se echa a esperarme

barrios pobres al atardecer / desocupados se juntan a forzar la noche

El pasado se refiere al presente, ese es el futuro de todos. La ironía es un entretenimiento menor, circunstancial, que cede, que debe ceder ante lo que tenemos entre manos.

Juan López escribe como si no restara otra cosa que esta realidad y volver a ella, vayamos adonde vayamos. ¿Será así? ¿Será adonde hemos llegado, adonde cabe llegar? ¿Sospechará que nuestro planeta es un solitario sin remedio que nos condena a asomarnos a una cantidad de tranvías en manifestación, pero que no necesitarían manifestarse?

Es muy probable que Juan se enamore sólo de mujeres que caminan por la calle. Que Juan sólo admire a caminantes porfiados. Que Juan sólo camine pisando sobre versos recién escritos, y que apenas le sirvan para eso. Que camine mil veces las mismas veredas empujando su peso de siempre, para equipararse a los otros, los que parecieran haber emergido antes de sus camas porque no leyeron a Calderón o porque confíen que alguien se ocupará de las distintas cosas.

No es un tren intercontinental el que Juan aborda, es un servicio suburbano. Las herramientas de su escritura dicen bien claro cuán lejos de él se sienta el sueño de la consagración, de la nombradía. Sus herramientas tocan, tocan cerca, alrededor, apenas punzan. Su destornillador puede acariciarnos en cualquier momento, su martillo rascarnos la cabeza, su carretilla también sirve para jugar a las escondidas. Juan puede sentarse en cualquier parte a lidiar cualquier asunto. Sus discusiones gustan rondar un vaso medio vacío medio lleno, terminan con una sonrisa y hasta con un bostezo; pero mañana insistirán (la maravillosa pobreza de la calle), como si el sueño fuera un cuerpo, el cuerpo de una vecina que va camuflada en el paisaje. Conscientes de cuanto Juan se despoja para acceder a la poesía que lo convence, los relojes se divierten / por dentro en tanto Juan los mira derrochar del mayor tesoro, como a él lo divertiría.

hay que poner cara de algo / hasta que pase / la última / palabra

Por detrás de la inercia viene la poesía y trastoca el movimiento en suspensión del instante. “La poesía crea realidad“, decía Juárroz.

En algún momento Juan López ha elegido quedarse, confiar en su mundo, conservar su lugar, confiar en su palabra, hacer hambre con ese silencio. Es inercia de otra calaña. Es la opción por el desafío lento, a leña, a apego; aquel que convierte en fauna a unos poetas y sus versos. ¿Puede este su modo volver a ser detenido?

Como atropella en su ruta a un zorrino, a un cuis, cualquier colectivo o camión podría atropellarlo, y no evitar que Juan vuelva a cruzarse en su camino.

Simón Esain, Chascomús, 2013