El tiempo en un poema de Antonio Machado

Breve análisis de Orillas del Duero

Se ha dicho o suele afirmarse que Antonio Machado es «el poeta del tiempo». Incluso él se ocupa del «problema del tiempo» en la poesía, en su Juan de Mairena. No del tiempo meteorológico, mal llamado clima. Hablamos del tiempo en el sentido más común o general, y también trascendente, el tiempo «que pasa», los días, las horas, los minutos, los segundos, los años… el transcurrir del día a la noche, de la niñez a la vejez. Machado va a hablar también del tiempo en el sentido de época: «La poesía es –decía Mairena– el diálogo del hombre, de un hombre con su tiempo. Eso es lo que el poeta pretende eternizar, sacándolo de su tiempo».

Pero cómo «trabaja», construye o presenta uno de los sentidos del tiempo en su poesía Antonio Machado. Veamos el siguiente poema, el numero IX, titulado Orillas del Duero, del libro Soledades, galerías y otros poemas (1899-1907). El autor tituló del mismo modo otro poema, que pertenece al libro Campos de Castilla (1907-1917).

IX

ORILLAS DEL DUERO

      Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario.

Girando en torno a la torre y al caserón solitario,

ya las golondrinas chillan. Pasaron del blanco invierno,

de nevascas y ventiscas los crudos soplos de infierno.

                Es una tibia mañana.

El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana.

      Pasados los verdes pinos,

casi azules, primavera

se ve brotar en los finos

chopos de la carretera

y del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente.

El campo parece, más que joven, adolescente.

      Entre las hierbas alguna humilde flor ha nacido,

azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,

y mística primavera!

      ¡Chopos del camino blanco, álamos de la ribera,

espuma de la montaña

ante la azul lejanía,

sol del día, claro día!

¡Hermosa tierra de España!

Me detendré en lo subrayado:

–Se ha asomado una cigüeña: es decir, aparece, antes no estaba, la cigüeña: marca de tiempo, no importa acá lo gramatical, si es pretérito perfecto o qué. Podría haber sido «se asoma» o «se asomará». Lo que importa acá es la elección de la palabra «asomarse». No había sol, ahora hay; no había cigüeña, ahora hay. Tiempo. La palabra asomarse trae de su origen (somo, summum, es decir «altura») la idea de algo que sobresale.

–Ya las golondrinas chillan: es decir, comenzaron a chillar, porque viene un nuevo tiempo, la primavera, veremos más adelante. Marca de tiempo con una imagen auditiva: había silencio, que se rompe con el chillido de las golondrinas. Del silencio pasamos al no silencio. Movimiento, tiempo.

–Es una tibia mañana/ el sol calienta un poquito: tibia supone una anterioridad no tibia o fría, gracias a que el sol calienta un poquito, no mucho, porque volvemos a que es primavera. Otra marca de tiempo: calentar lleva tiempo, no es algo que ocurre inmediata ni intensamente, no es el verano o, esa palabra tan hermosa: estío.

–Verdes pinos/ casi azules: pasaje de color, de verde a casi azul. Otra marca de movimiento o de cambio, que veremos Machado, en la piel de su heterónimo Abel Martín, diferencia en el principio de De un cancionero apócrifo. El tiempo es movimiento-cambio, ahora cromático. Vamos viendo cómo todo en este poema indica movimiento: la inminencia de la primavera, anunciada con la aparición de la cigüeña en lo alto del campanario (visual), más las golondrinas que rompen el silencio y ahora el verde que es casi azul de los pinos. Abel Martín reflexiona largamente sobre los conceptos de movimiento y cambio, y los diferencia, a partir del pensamiento de Leibniz: «No hay pues, razón, para establecer relación alguna entre cambio y movimiento». Habla entonces de «cambio sustancial, es decir, de movimiento y cambio que no sea mero cambio de lugar».

–Brotar: brotan los chopos, es decir los álamos. Veremos que todo indica en el poema la llegada de la primavera, y brotar es la acción por excelencia en el reino plantae. Brotar actualiza el asomar del primer verso. Podríamos decir que un brote es vida que se asoma, por qué no. Y traemos como al pasar estas palabras del poeta coreano Choi Seung-ho: «La palabra es silencio brotado».

–El Duero corre, terso y mudo, mansamente: correr, el Duero y el tiempo corren, el trillado río de Heráclito: el río es tiempo que pasa y cambia, el tiempo es un río. Y además este río de España no corre de cualquier modo, es manso, terso, hasta mudo. Sabemos que algo de ruido hace el agua al correr pero es casi imperceptible. No rompe el silencio como el chillido de las golondrinas. El Duero como testigo casi mudo, como rumor de fondo de toda la escena. Recordemos que el poema se titula Orillas del Duero. Y ya sabemos que el río es símbolo universal del transcurrir, del cambio, del tiempo.

–El campo parece, más que joven, adolescente. Notable cómo elige las palabras Machado. Dice que el campo «parece», no es taxativo, no dice el campo «es» joven, y además aminora esta juventud diciendo que más que joven el campo parece adolescente. Tiempo vital, la adolescencia, fin de la niñez, otra vez pasaje, tiempo. Si hay una edad de transición en la vida de una persona es la adolescencia, la edad más temporaria de todas, muy fugaz pero a la vez decisiva. ¿Dice el poema que este campo adolescente pronto cambiará o que este campo es cambiante como una persona adolescente y que es imposible retenerlo o detenerlo, cristalizarlo, que no volverá a ser el mismo, como no se vuelve a la adolescencia ni a la niñez?

–Alguna humilde flor ha nacido: no dice «las flores han nacido» sino alguna humilde flor, sutileza, incertidumbre, imprecisión. Agrega que la flor puede ser azul o blanca. El tiempo es impreciso por antonomasia, es imposible fijarlo, detenerlo. No importa tanto el color como la flor. Y luego la palabra clave de toda vida: nacimiento: alguna humilde flor ha nacido. Tiempo primordial. Para dejar de ser nada, se debe nacer. Naciendo se comienza a ser. Comienzo: tiempo. Además, humilde nos remite al principio de poema, donde dice «pobre tierra soriana».

–Campo «apenas» florido: apenas, otra palabra de pasaje, de tiempo, que enlaza con asomarse y brotar.

–Mística primavera: el poema podría terminar aquí y sería suficiente. Lo que sigue será una suerte de apelación a la belleza de la tierra de España, a mi criterio innecesaria. Pero por qué «mística» primavera… Lo místico es lo misterioso. Lo que es imposible o difícil de comprender o que no se puede interpretar con la razón. Quién puede explicar acaso lo que significa nacer, brotar, el correr del río. Qué sentido tendría aquí, además, «explicar» (decir en lenguaje informativo o científico) semejantes hechos.

Hay más notas de tiempo en el poema pero con las nombradas es suficiente. Quiero señalar por último el momento crucial del poema: la expresión «se ve» (primavera se ve brotar). Es decir, no es una persona viendo sino que todos podemos ver eso que se está describiendo. Posición horizontal de poeta, lo que veo otros lo ven. No soy un iluminado ni un superdotado, ni el primero ni el último que ha visto. Anoto lo que veo y comparto esta visión. Esta es la poesía que amo. Recuerdo a Lionel Ray, el poeta francés, que a la pregunta recurrente que se les hace a los escritores «¿cómo ve usted el mundo?», responde afirmando: «Como lo ve usted». En estas dos palabritas, sospecho, está el corazón del poema si nos centramos en la enunciación o en el «punto de vista»: «se ve». Podemos seguir analizando este presente, que instaura un cierto absoluto enunciativo: no hay evocación, lo que se dice se ve, se está viendo. El poema construye un presente absoluto a medida que se yergue. Esta idea de que un poema es poesía erguida es de Octavio Paz (El arco y la lira).

Este  poema de Machado se yergue, entonces, para mostrarnos la llegada de la primavera (adolescencia, juventud), la aparición de algo que no estaba y que se anuncia y enuncia con mínimas –pero contundentes para la mirada del escritor– evidencias: una cigüeña que se asoma, el chillido de las golondrinas, el comienzo de la tibieza gracias al sol que calienta un poquito, el pasaje del verde al azul de los pinos, el brotar de los álamos, el río silencioso… Y la primavera es mística, misteriosa, porque todo renacimiento, año a año, es un misterio. Morimos en invierno y renacemos en primavera. Todo manifiesta tiempo (cambio) en este poema de Antonio Machado. Por eso se lo ha calificado como poeta del tiempo. ¿Hay mayor misterio que el tiempo?

Junio de 1986-setiembre de 2020.

Antonio (sentado) y Manuel Machado. Foto extraída de Manuel y Antonio Machado, Obras completas. Madrid, Editorial Biblioteca Nueva. Texto al cuidado de Heliodoro Carpintero, 2ª edición, 1984.